lunes, 11 de marzo de 2013

LOS NIÑOS Y SU CURIOSIDAD: CÓMO RESPONDER A SUS PREGUNTAS


Cuando tratamos de comprender la esencia del pensamiento infantil, la primera premisa de la que deberíamos partir es que, si bien existen algunas similitudes con la manera de interpretar la realidad propia de los adultos, también existen notables diferencias que en ocasiones complican la tarea de comunicarnos con nuestros hijos y satisfacer su curiosidad.
Los niños son curiosos porque para ellos todas las personas y todas las cosas son nuevas y se interesan por conocer mejor el mundo que los rodea. Un niño aprende a preguntar alrededor de los dos años, en principio como una forma de conversar, y a partir de ahí da rienda suelta a su curiosidad.
Su forma de pensar va siendo cada vez más compleja: el pequeño supone que todo tiene un sentido, un porqué, y quiere conocerlo. ¿Y qué mejor manera de hacerlo que consultando a sus padres?.
Los primeros años de la vida del pequeño transcurren en un círculo muy limitado. Por eso, es lógico que las preguntas iniciales de tu hijo sean muy precisas y estén centradas en sí mismo y en vosotros, en vuestra vida cotidiana.
Más adelante, y a medida que el contacto del niño con el mundo se va haciendo más amplio y a través de más personas de su entorno, aparecerán otras dudas, como por ejemplo sobre el nacimiento, sobre el cuerpo y la sexualidad. Todas estas preguntas surgen de su observación directa y de su propio estilo de procesamiento de la información. Es perfectamente normal que estas dudas se planteen y es difícil que los padres puedan ejercer control en la aparición de las mismas, ya que surgen espontáneamente y responden a su proceso de desarrollo.
En cualquier caso, también es normal que a veces las preguntas de los niños nos  resulten incómodas, sorpresivas e incluso terriblemente inoportunas. No importa si estamos en una reunión con nuestros amigos, o si hablamos por teléfono en ese momento. La pregunta del niño puede llegar sin previo aviso, sin tener en cuenta lo preparados que nos encontremos en ese instante para responderla.
Pero no es tan grave. Lo primero que debemos hacer es tomarlo con naturalidad, así como seguir algunas recomendaciones:
  • Es importante que valoremos positivamente la pregunta del niño. Es la mejor señal de que su desarrollo está siendo el adecuado, en cuanto a madurez y curiosidad.
  • En principio se recomienda tratar de responder a todas las preguntas que tu niño haga.
  • Ninguna respuesta debe fundamentarse en un porque si o en un porque no.
  • No le des una información falsa. Es una etapa tan propicia para la asimilación y el aprendizaje que es una pena no aprovechar un tiempo de tanta riqueza personal, de tanta capacidad de crecimiento y asimilación de conocimientos nuevos.
  • Míralo a los ojos cuando te hable y te pregunte. Nunca le evadas la mirada, eso le hará pensar que ha cometido algún error que merece tu indiferencia.
  • Usa palabras fáciles y ejemplos sencillos de entender para él, de acuerdo a su edad. Puedes recurrir a casos de tu propia experiencia, seleccionando los más apropiados. Si no conoces el tema, o no te sientes seguro sobre la respuesta, usa herramientas de consulta.
  • Trata de no escandalizarte. No cuestiones el lugar, ni el tema, ni el momento de la pregunta.
  • Nada de "no tengo tiempo para eso" o "pregúntale a tu madre".
  • Una vez respondida la pregunta, pregúntale tú si entendió, o si tiene alguna otra pregunta.
  • Afírmale que cualquier otra duda que tenga, siempre confíe en ti para resolverla.

Podemos concluir diciendo que es muy importante responder a las preguntas nuestros hijos ya que de ese modo fomentamos su curiosidad y les motivamos para aprender sobre el mundo. De la misma forma, dando respuesta a sus dudas, enseñamos a nuestro hijo que estamos ahí para informarle, aconsejarle y ofrecerle todo nuestro apoyo. No debemos olvidar que la comunicación entre padres e hijos es fundamental, y que si el niño ve que sus preguntas no obtienen respuestas, seguramente vaya a informarse por otras fuentes como amigos, revistas e Internet, pudiendo a veces dar con la respuesta equivocada o quedándose aún más confuso. Es muy difícil que como padres controlemos la información que nuestro hijo recibe en su día a día, pero si fomentamos una buena comunicación, podremos enseñarle a procesar y asimilar esa información de una manera acorde a los valores que queremos transmitirles con nuestra educación.

Magdalena Sáenz Valls
Alicia Martín Pérez
AMP Psicólogos