martes, 15 de octubre de 2013

    
LA CRISIS ECONÓMICA 
y
 LOS CONFLICTOS DE PAREJA


“Cuando la pobreza entra por la puerta el amor sale por la ventana” dice El Úlltimo de la Fila en una de sus canciones.

Efectivamente, las dificultades económicas pueden poner en riesgo la calidad de la relación de pareja pero ésta afirmación es cierta solo parcialmente ya que son muchas las familias acostumbradas a vivir con un presupuesto muy ajustado y que disfrutan de una vida de pareja plenamente satisfactoria.

No obstante, cuando se trata de un problema sobrevenido, la situación cambia. En la actualidad, son muchas las parejas y familias que disfrutaban de una situación económica sólida, más o menos desahogada y que han visto mermados sus ingresos de manera importante como consecuencia de la pérdida del trabajo o la reducción del salario.

Si la pareja ya tenía problemas de relación, probablemente éstos se agudicen. Sin embargo, si la relación es sólida y la pareja tiene suficientes recursos emocionales, probablemente se superarán las dificultades y la pareja saldrá fortalecida.

Mención especial requiere la situación en que uno de los miembros de la pareja permanece en situación de desempleo o sufre una reducción importante de la jornada laboral, mientras el otro sigue trabajando, sobre todo si no está acostumbrado o identificado con el rol doméstico, ya que además de la pérdida económica, esta circunstancia supone un gran reto a nivel personal. Pudiendo surgir sentimientos de enfado, frustración o angustia.
Si además, el otro miembro de la pareja también está en casa, porque ya desarrollaba allí sus funciones o porque también ha perdido el empleo, pueden aparecer criticas, opiniones negativas sobre la forma de hacer de cada uno…y surgir los roces.

La reducción de ingresos supone el abordaje de la nueva situación tanto a nivel práctico como a nivel emocional. A pesar de que la situación es dolorosa y difícil, podemos poner en práctica algunas estrategias que nos ayudarán a manejarla mejor:

1.       Mantener presente que la pareja es importante y prioritaria. No permitir que la crisis merme la relación.

2.       Fomentar la comunicación: hablar de cómo nos sentimos y cómo vemos el problema nos puede aliviar. Hay algunas veces en que los problemas económicos nos afectan más por el significado que le damos que porque verdaderamente cambie mucho nuestro modo de vida. Hablarlo en pareja puede darnos una nueva perspectiva.

3.       Compartir las preocupaciones pero no convertirlas en el centro de la relación. Darle a las preocupaciones un tiempo es bueno pero también es importante dedicar espacios a realizar actividades compartidas y a distraerse. Podemos buscar entretenimientos que no cuesten dinero.

4.       Orientarnos más a las soluciones que al problema.

5.       Establecer metas comunes. Se trata de un desafío compartido.


6.       Encontrar una nueva organización de la vida: establecer nuevas prioridades, diferenciar las necesidades de lo que no lo son, reestructurar el ocio, las actividades…

7.       No intentar llevar el problema en solitario: pedir ayuda y compartir los miedos.

8.       Buscar estrategias para comunicárselo a los hijos: es importante comunicarles que va a haber cambios en la familia, mostrando acuerdo en la pareja y disposición a resolver las cosas. Garantizar a los niños que van a estar seguros.
La información que se transmita debe modularse en función de la edad de los hijos. Si son muy pequeños, no debemos hacerles partícipes de todas nuestras preocupaciones. Sin embargo, a partir de la adolescencia se puede dar una explicación más clara, darles un cierto protagonismo y buscar formas de colaboración, evitando la dramatización.

9.       Por último, podemos apoyarnos en los lados fuertes de la relación, en lo que nos une al otro (la amistad, el compromiso, la lealtad…). Las dificultades puede fortalecer ciertos aspectos de la pareja, que se une para salir adelante como equipo y se ve reforzada.
Centrarse en lo positivo de la pareja puede proporcionar mucha serenidad y cuidar de la relación puede ser muy reconfortante.

Como vemos, podemos hacer cosas que nos ayuden a superar las dificultades, manteniendo el control y afrontando los problemas de una forma más adaptativa. Podemos vivir esta difícil situación convirtiendo a nuestra pareja más en recurso que en un obstáculo.




Paloma Suárez Valero.
Alicia Martín Pérez.
AMP PSICÓLOGOS.
www.psicologosaranjuez.com

viernes, 4 de octubre de 2013

CÓMO AFECTA LA LLEGADA DEL PRIMER BEBÉ A LA RELACIÓN DE PAREJA


En la vida pasamos por distintas transiciones y una de ellas es el nacimiento de los hijos. La llegada de un hijo es un acontecimiento que supone mucho estrés y tensión, pudiendo aparecer conflictos y problemas en la pareja, pero también puede otorgarle un nuevo significado a la vida y fortalecer la unión conyugal, contribuyendo a la cohesión familiar.

Con la llegada del primer bebé se produce un impacto muy fuerte que afecta a todos los ámbitos de la vida. En primer lugar, los roles y las funciones asociadas a ser padres o madres se adquieren de forma abrupta (al llegar del hospital tras el nacimiento) y las parejas no suelen estar preparadas.
Hay que construir una dinámica nueva, reacomodar toda la estructura familiar y asumir al mismo tiempo dos papeles: la pareja conyugal y la pareja parental. Esto implica realizar cambios relativos al aumento de tareas, al cuidado del bebé, al aumento de los gastos económicos o al impacto en la vida profesional.

Además, la privación de sueño y el cansancio afectan mucho al estado de ánimo generando más irritabilidad, menos energía, ansiedad en algunos casos y falta de concentración, que hace que lo que antes nos parecía fácil, ahora sea sumamente costoso .

Se experimenta una ambivalencia de sentimientos: por una parte alegría e ilusión pero por otra sensación de estar abrumado, agobiado y desconcertado, miedo a si se hará bien o no, a si se actuará como buenos padres…

También se producen en la mujer una serie de cambios físicos, hormonales y anímicos, a veces difíciles de entender. Los dolores del post-parto pueden agudizar el malestar y la sensación de pérdida de identidad. Las relaciones íntimas se ven afectadas en éste primer momento.

Uno de los factores de desunión más frecuentes es la pérdida de intimidad. Puede ocurrir que la relación tan cercana madre-hijo durante los primeros meses (que empieza ya en el embarazo) genere una exclusión paterna en la conformación de la nueva familia. Es necesario que el padre se sienta incluido y ampliar esa relación tan exclusiva de dos.
También intervienen en este juego todos los familiares y amigos cuya presencia constante puede aumentar la sensación de falta de control sobre la propia vida y el propio hogar y la pérdida de intimidad para la pareja.

Algunas Estrategias para “sobrevivir” a la llegada del bebé:

·      Acudir juntos a las clases preparto, para obtener información e incorporar toda la vivencia como algo compartido por los dos desde el principio.

·      Aceptar el cambio: nada volverá a ser como antes. En este sentido, tener un conocimiento realista de las consecuencias de la llegada de un hijo, tanto positivas como negativas, y desarrollar una perspectiva “menos” romántica puede ayudar a los nuevos papás a afrontar más fácilmente los problemas y tensiones de esta etapa.

·      Entender que las primeras semanas son las más difíciles pero que es una situación transitoria. Tras la fase inicial, el bebé irá incorporando rutinas y respetando ciertos horarios con lo que la pareja va recuperando cierta normalidad y encontrando espacios para hacer cosas juntos.

·      Darse un tiempo para adaptarse. A ser padres se aprende. Pensar en la pareja como en un equipo. Los dos trabajan por el mismo objetivo, el bienestar del bebé.

·      Utilizar recursos de la propia pareja y recursos extrafamiliares (familia extensa, amigos…). Pedir ayuda pero poniendo limites y pidiendo respeto por la decisiones tomadas.

·      No pretender ser perfectos: ser flexibles, eliminar exigencias, establecer prioridades y centrarse en lo que realmente importa: no hacer la cama, aunque sea molesto, puede no ser tan importante. Esto aumenta la sensación de control y la relajación a la hora de enfrentarse a estos retos.

·      Organizar el tiempo y los horarios en la medida de lo posible.
Puede ser conveniente cambiar algunos hábitos y, por ejemplo, dormir cuando el bebé duerme.

·      Asignar a cada uno responsabilidades respecto al bebé y a la casa (hacer una lista). Es bueno turnarse en las más tediosas (biberón de madrugada). Si ambos colaboran ninguno estará resentido por tener que hacerlo todo.

·      No dejar a la pareja en segundo plano. Recordar que además de padres son una pareja. Brindarse apoyo, comprensión y afecto. Dedicar un momento al día para la pareja.

·      Alentar el dialogo y la comunicación: hablar de lo que cada uno siente, piensa y espera, de la organización doméstica, la economía, el trabajo…ayudara a desarrollar una relación más cercana con la pareja.

·      Darse cuenta de que pueden tener distintas perspectivas sobre cómo ser padres y hablarlo abiertamente. A menudo, ponernos en el lugar del otro ayuda a resolver los problemas.

·      Dejar espacios propios, por ejemplo el dormitorio, libres de las cosas del bebé, constituyéndolo así como un espacio para la intimidad.

·      Cuidarse uno mismo, dedicando un tiempo a las actividades personales y buscar momentos de relajación.

·      Darse cuenta de lo que si funciona en la relación y hacerse halagos. Los padres primerizos necesitan oír que están haciendo bien las cosas.

·      Tomarse las cosas con sentido del humor.

Las recomendaciones que proponemos pueden ayudar a que esta etapa de la vida familiar suponga una fuente de aprendizaje y crecimiento personal.


Paloma Suárez Valero.
Alicia Martín Pérez.
AMP Psicólogos.