viernes, 29 de junio de 2018

HIPOCONDRÍA


EL MIEDO PATOLÓGICO A ESTAR ENFERMO
La salud es uno de los nuestros principales temas de preocupación. Estaremos de acuerdo en que el cuidado de la misma supone uno de los mayores intereses sociales, así se han establecido sistemas de atención médica para satisfacer nuestras demandas, pasando históricamente de la atención a la enfermedad cuando esta aparece a crear protocolos de prevención para disminuir su incidencia. 

Cuidarse, seleccionar aquellos hábitos de vida saludables y descartar aquellos nocivos, así como hacer un buen uso de los servicios sanitarios favorecen una vida de calidad y un óptimo abordaje de los procesos de enfermar. Así, recibimos continuamente información sobre distintas enfermedades, más o menos graves, y consejos, no siempre contrastados para mantener a raya las más diversas patologías. 

Preocuparse por la salud es algo natural y nos ayuda en gran medida a preservarla, pero qué ocurre cuando esto se nos va de las manos?. La hipocondría es un miedo infundado a padecer, o la convicción de tener, una grave enfermedad, normalmente basado en la interpretación catastrofista de ciertas sensaciones corporales, que lleva a las personas a padecer una intensa angustia.
Algunas de las características principales son las siguientes:
  • Hipervigilancia de las sensaciones corporales
  • Auto exámenes físicos para comprobar que todo es correcto
  • Visitas recurrentes a diferentes profesionales sanitarios o parasanitarios.
  • En otros casos, se evita acudir al médico por miedo a un resultado funesto
  • Rumiaciones constantes y obsesivas acerca de enfermedades 
  • Búsqueda de recurrente de información acerca de lo que se cree padecer
  • Hablar de la enfermedad
  • Evitar conversaciones o situaciones que tengan que ver con enfermedades.
  • Tendencia a una interpretación catastrofista del significado o de las consecuencias de las sensaciones físicas
  • Atención centrada en uno mismo
  • Baja o nula expectativa de solución
  • Preocupación continua por el estado de salud
  • Incapacidad para dar por válidos los resultados de las pruebas médicas
  • Elevados niveles de ansiedad
  • Angustia
  • Miedo
  • Incomprensión
Todos estos aspectos se van entrelazando como un bucle pernicioso que hace que la persona sufra y que favorece el mantenimiento del problema.

El miedo y/o la angustia se puede disparar por circunstancias externas, como tener conocimiento del fallecimiento o enfermedad grave de alguien o escuchar información sobre enfermedades (la persona cree padecerlas todas), o por eventos internos como notar alguna sensación o dolor que la persona califica como peligro.

El hipocondríaco se siente muy incomprendido, percibe realmente sus sensaciones y dolores, se siente verdaderamente enfermo y teme por su integridad, y sin embargo, nadie es capaz de darle una explicación. 

Esta patología puede ser muy incapacitante, llegando a suponer un condicionante de la vida de la persona, afectando las relaciones sociales, laborales y familiares.

El abordaje de este problema consiste, básicamente, en lograr que la persona pierda el miedo patológico a enfermar y logre cuidarse adecuadamente. Para ello es necesario que aprenda a hacer una interpretación realista y ajustada de las sensaciones, sepa calmarse cuando identifica las señales y elimine las conductas de comprobación. 



La superación de este problema, por tanto, no se conseguirá mediante el convencimiento a través de pruebas diagnósticas, si no por medio de una adecuada intervención psicológica.

Alicia Martín Pérez
Psicóloga Clínica
www.psicologosaranjuez.com

INTELIGENCIA EMOCIONAL



                ¿Cómo podemos ser tan racionales en un momento y tan irracionales en el momento siguiente?. ¿Por qué hay algunas personas que parecen actuar llevados por estados emocionales sin que la razón forme parte de sus vidas y por el contrario otras que parecen no verse afectadas por nada actuando de manera lógica y racional en la mayoría de sus decisiones?.

                Sabemos que razón y emoción no siempre van de la mano, a menudo no actúan de forma complementaria generándonos problemas de distinta índole. 

                La mente emocional es mucho más veloz que la mente racional, capta las cosas de una vez, como una totalidad simplificando muchos aspectos, supone una especie de radar que nos alerta, nos serena o nos alegra poniendo en marcha toda una serie de mecanismos fisiológicos que nos impulsan a la acción. Asimismo, nos permite sentir si estamos en sintonía con los demás o con las situaciones generando sensación de acercamiento o rechazo. Esta velocidad puede suponer que las emociones se apoderen de nosotros y no nos permita responder de forma adecuada a nuestros intereses personales o sociales. 

La mente racional invierte algo más de tiempo en registrar y responder ante una determinada situación, identifica más aspectos de la realidad y a su vez hace una valoración de la propia emoción interviniendo en su regulación. 

No podemos elegir las emociones que tenemos, no podemos decidir qué emoción vamos a tener, lo único que la mente racional puede controlar es el curso que siguen estas reacciones.
Ambos procesos son fundamentales para una buena salud psicológica, cuando uno de los dos procesos se impone o anula al otro surgen problemas de inseguridad, ansiedad, dificultad en la toma de decisiones, problemas en las relaciones sociales, entre otros.

Tradicionalmente se ha entendido que la inteligencia medida por la competencia académica o por el cociente intelectual era un indicativo de éxito. Pero ya es sabido que personas académicamente brillantes o con un alto CI pueden ser pésimos timoneles de sus vidas. 

Hace varias décadas que se acuñó el término “Inteligencia Emocional” al observar que aquellas personas más capaces de conocer y regular sus emociones, más hábiles en captar y entender los sentimientos de los demás, consiguen vidas más plenas y significativas, ya que estas aptitudes determinan el grado de destreza que alcanzaremos en el dominio de todas nuestras facultades. Por el contrario, quienes no pueden gestionar su vida emocional, se debaten en constantes luchas internas que socavan su capacidad de trabajo y les impiden pensar con claridad, además encuentran serias dificultades para establecer relaciones personales significativas. 

Pero, ¿podemos aprender a ser más inteligentes emocionalmente?. Son muchos los aspectos que se pueden abordar en este sentido, aprovecho este espacio para plantear algunas sugerencias:

1.      Explora y conoce tus propias emociones. La capacidad de reconocer un sentimiento en el momento que aparece constituye la piedra angular de la inteligencia emocional. Aprende a ponerle nombre, utiliza distintas palabras para los distintos matices, si pensamos, por ejemplo, en la alegría (una emoción básica) podemos identificarla como felicidad, gozo, contento, deleite, diversión o satisfacción, entre otros términos.


2.          Desarrolla estrategias para regular la emoción. Escucha lo que sientes y trata de identificar el significado de tus sentimientos. Identifica qué situaciones, pensamientos o conductas te ayudan a apaciguar tus estados alterados. Además, busca qué te ayuda a facilitar los estados que te benefician en la vida. 

3.            Desarrolla la capacidad de motivarte.

4.          Párate y escucha a los demás. Aprende a reconocer las emociones ajenas. La empatía es la habilidad de sintonizar con los otros, de percibir de manera adecuada cuales son sus sentimientos y necesidades.

5.            Cuida tus relaciones. Las personas con habilidades sociales sobresalen en la mayoría de las áreas de la vida.

6.           Aprende a ser asertivo. Pon empeño en expresar adecuadamente tus sentimientos, cuidando que tus derechos se respeten y atendiendo a las necesidades de los demás.

Si estás interesado en conocer más acerca de la inteligencia emocional, hay mucha bibliografía disponible, consulta en tu librería de referencia, asimismo, hay muchos programas de difusión disponible, eso sí, asegúrate que sean fiables. Si verdaderamente consideras que puedes tener un problema en este sentido puedes poner en contacto con un psicólogo clínico o sanitario, te será de gran ayuda. 
Alicia Martín Pérez
AMP Psicólogos Aranjuez