lunes, 4 de mayo de 2015

MATERNIDAD SIN ESTRÉS


La llegada de un bebé es motivo de alegría e ilusión pero también implica una serie de cambios muy importantes a nivel físico, psíquico, emocional, familiar y de organización de la vida cotidiana, lo que puede suponer una gran dosis de estrés.

 

El estrés es una reacción del organismo ante determinados cambios que exigen una serie de recursos. Cuando el estrés es demasiado intenso y dura demasiado tiempo, puede llegar a convertirse en un problema, impidiendo que afrontemos adecuadamente nuestros quehaceres y afectando a nuestra salud. Puede aparecer cansancio, irritabilidad, problemas de concentración, insomnio, dolores de cabeza, dolores musculares, problemas digestivos, cardiacos, del sistema inmune…

 

La maternidad puede llevar a los padres, y especialmente a la madre, a sentir estrés. El bebé puede detectar este estado emocional negativo en sus padres y llevarle a estar irritado, nervioso, llorar más, dormir peor… agravando el problema.

 

Es muy habitual que las mujeres con hijos y, sobre todo, las que tienen que conciliar vida familiar y profesional, se definan a sí mismas como “estresadas”.

Cuando nos exigimos demasiado, empiezan a aparecer pensamientos como “no puedo con todo”, “no me da tiempo”, “lo hago todo mal”, “no puedo más” y pueden ir seguidos por un sentimiento de culpa en la madre y más ansiedad. Todo esto, además,  puede suponer el caldo de cultivo para problemas en la relación de pareja.

 

Hay momentos en que es adecuado revisar nuestras actitudes. A veces, bajo el estrés de la maternidad, aparecen ideas irracionales que nos obligan a ser perfectas y a cumplir absolutamente con todo. Estas mismas ideas nos hacen descuidarnos a nosotras mismas y pueden acabar conduciéndonos al agotamiento,  la ansiedad,  la falta de autoestima, a sentimientos de rechazo hacia nuestro hijo y a problemas de pareja.

 

Ser madre es mucho más que hacer sacrificios. Fijarse en lo positivo que tiene y cuidarse una misma es fundamental. No podremos atender adecuadamente de nuestro bebé si nosotras no nos cuidamos primero. Es importante darnos cuenta de que el auto-cuidado no es egoísmo.

Encontrar el equilibrio entre atender plenamente a nuestro bebé y satisfacer nuestras propias necesidades es clave para no sentirnos sobrepasadas, irritadas y tristes, pudiendo así, disfrutar verdaderamente de nuestro hijo y de la maternidad.

 

Ofrecemos ahora unas pautas para evitar o disminuir el estrés de la maternidad:



  • Descansa: aunque durante el día no logremos dormir, tumbarnos un rato, cerrar los ojos y respirar profundamente nos ayuda a relajarnos. Es una buena idea tratar de dormir o descansar cuando el bebé también lo haga.
  • Come adecuadamente: tener una dieta equilibrada, evitar los estimulantes y el alcohol también nos ayudará a sentirnos mejor.
  • Haz algo de ejercicio: intentar andar una hora al día. Podemos aprovechar para darle un paseo al niño y hacer algunos recados.
  • No te quedes en casa. sigue realizando todas las actividades habituales posibles, llevándote a tú bebé a todos lados.
  • Cuida tu vida social: puedes quedar con otras mamás o quedar en casa de amigos llevándote a tu bebé. Es sano para el niño acostumbrarse a estar bien en distintos entornos.
  • Deja algo de tiempo para ti misma: es una necesidad, no es egoísmo. Pídele a tu pareja que se encargue del bebé y dedícate un rato al día a darte un baño, ponerte una mascarilla, leer un libro, salir de compras, caminar o simplemente poner tu cabeza en orden.
  • Reserva algo de tiempo para compartir a solas con tu pareja.
  • Expresa tus sentimientos: hablar con tus amigas, con tu pareja o con otras madres te ayudará a sentirte mejor y a enfocar los problemas con más perspectiva.
  • Busca ayuda: no tienes por qué hacerlo todo sola. Busca a alguien que te ayude con las tareas de la casa, con el bebé o con cualquier otra cosa que necesites. Pide ayuda a tu pareja, a algún familiar o a algún amigo.
  • Prioriza y reduce las exigencias externas, sobre todo durante el primer año. No todo es importante.
  • Involucra a tu pareja y a los demás hijos (si los tienes) en las tareas de cuidado del niño y en las labores domésticas, en función de sus capacidades.
  • Olvida la autoexigencia y el perfeccionismo: aprende a poner límites y no intentes abarcarlo todo.

 

 

 

Paloma Suárez Valero

Alicia Martín Pérez

www.psicologosaranjuez.com

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