miércoles, 7 de noviembre de 2012

“ANSIEDAD, ¿AMIGA O ENEMIGA?”

           La ansiedad es básicamente un conjunto de sensaciones (a veces molestas) y de tendencias a la acción que nos permite darnos cuenta de que ocurren o pueden ocurrir hechos que afectan a nuestra vida y que requieren que intervengamos de alguna manera.
Así, si corremos el peligro de ser atacados necesitamos buscar protección para permanecer a salvo, pidiendo ayuda, huyendo o luchando. La respuesta de ansiedad es la que permite poner en marcha nuestros recursos para lograrlo. Si  no dispusiéramos de este mecanismo probablemente no podríamos hacer nada.
Además, la ansiedad surge cuando deseamos algo y vemos que es posible no obtenerlo, o cuando no lo queremos y nos damos cuenta que corremos el peligro de pasar por ello.

Pero hay muchos tipos y niveles de ansiedad, algunos de ellos son malsanos y autodestructivos.

La ansiedad sana nos da control de nuestras propias sensaciones, nos ayuda a tomar decisiones, a protegernos o buscar ayuda cuando la necesitamos, a esforzarnos cuando la situación lo requiere, implica precaución y nos preserva de daños potenciales, en definitiva nos ayuda a vivir.

La malsana, o el pánico, suele tener un efecto contrario, nos hace perder el control, angustiarnos innecesariamente, ver peligros terribles donde no los hay, provocando una amplia gama de respuestas físicas y psíquicas que interfieren en el manejo adecuado de nuestra vida.

La ansiedad sana está basada en temores realistas o racionales. La malsana en miedos irreales o irracionales, es producto de pensamientos exagerados y catastrofistas, que anticipan desastres cuando hay poca probabilidad de que estos ocurran, llevándonos a conductas protectoras innecesarias que requieren de un gasto energético que acaba agotándonos. Suele ir acompañada de sensaciones físicas desagradables que incluyen síntomas respiratorios, reacciones cutáneas, alteración de la presión arterial, tensión muscular y síntomas digestivos, pudiendo derivar en verdaderos trastornos físicos y psicológicos.

Afortunadamente, la mayor parte de la ansiedad la generamos nosotros mismos y se puede “degenerar”. Para ello es importante actuar a tres niveles: el primero, consiste en afrontar las circunstancias de nuestra vida sin evitarlas. El segundo, aprender a rebajar nuestro nivel de activación, bien realizando actividades agradables que nos sirvan de distracción o practicando técnicas de relajación. Y en tercer lugar, manejando mejor nuestros pensamientos, no dejándonos llevar por aquellos que son exagerados y catastrofistas.

En resumen, en la ansiedad tenemos un gran aliado, sin ella no sobreviviríamos. El problema surge cuando ésta es demasiado frecuente o intensa, y en lugar de maximizar nuestras potencialidades nos deja bloqueados, minando nuestra competencia y autoestima. Por eso es importante aprender a controlar y disminuir los “excesos” de ansiedad que impiden nuestro bienestar diario. En muchas ocasiones podemos conseguir este manejo nosotros solos, pero si los problemas persisten se puede encontrar la solución consultando con un especialista, hoy en día existen muchos recursos psicológicos y farmacológicos para mantener la ansiedad a raya.

AMP Psicólogos

Alicia Martín Pérez

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