El estrés puede
definirse como una respuesta del organismo para hacer frente a las demandas de
nuestro entorno. Conlleva una serie de cambios emocionales, fisiológicos,
conductuales y cognitivos que nos permiten generar los recursos necesarios para
resolver problemas, protegernos ante las amenazas, defendernos o huir. En
realidad, es una respuesta adaptativa sana, que también se activa ante eventos
positivos, supone una activación que debería desaparecer cuando la causa que lo
provoca lo ha hecho, pasando así de estados de activación a otros de reposo.
Pero en muchas
ocasiones el estrés se mantiene, se vuelve crónico, bien sea porque vivamos
experiencias muy duras, porque percibamos muchas demandas de nuestro entorno y
queramos responder a todo o porque nuestras reacciones sean muy intensas y
permanentes y no podamos rebajar el grado de activación.
Existe mucha
investigación sobre las consecuencias del estés y se ha encontrado relación con
numerosos padecimientos como dolor de cabeza, úlcera, artritis, colitis, asma,
problemas cardíacos, trastornos circulatorios, del sueño, entre otros.
Son muchas las
claves que nos pueden ayudar si queremos no ser víctimas del estrés: aprender a
darnos cuenta de nuestros pensamientos, nuestra charla interna y cambiarla
cuando no nos ayuda, relajarnos, reconocer y abordar adecuadamente nuestras
emociones, cuidar nuestra alimentación, practicar ejercicio físico moderado.
En este artículo
me quiero centrar en otro aspecto igualmente importante como es el “manejo del
tiempo”. A continuación propongo algunas sugerencias:
· Plantéate objetivos a corto, medio y largo plazo, para
distribuirlos en tu día a día.
· Establece prioridades: no todas las tareas son igual de
importantes o urgentes. Ordénalas en tres bloques según su relevancia, comienza
por el principio, si algo queda sin hacer será algo menos importante.
· Sé realista: el tiempo no es elástico, si algo no se puede
hacer prográmalo para otro momento o déjalo, si no es prioritario o urgente.
· Si algunos objetivos son complejos o requieren mucho
tiempo, divídelos en otros más pequeños y abordables.
· Aprende a decir “no” a aquellas demandas o compromisos que
en definitiva te complican la vida y que consideras que no tienes por qué
atender.
· Incluye en tus horarios tiempo para las interrupciones,
imprevistos, demoras y por supuesto, para el descanso.
· Dedica cinco minutos, al inicio de la jornada para
planificar el día, en medio para reajustar tus propósitos y al final para
repasar, felicitarte por lo logrado y reubicar aquello que no hayas podido
conseguir.
· Reduce aquellas actividades que te aportan poco, como ver
cualquier cosa en televisión, estar conectado a redes sociales o internet, y
sustitúyelo por una buena charla, un descanso, un paseo o algún ejercicio de
relajación o meditación.
· Olvídate del perfeccionismo, es mejor hacer las cosas que
no llegar por querer hacerlas perfectas. Deja el perfeccionismo SOLO para
aquello que sea vital.
· Agiliza la toma de decisiones, analiza pero no te pierdas
dando vueltas interminablemente y preguntando a todo el mundo.
· Céntrate, eliminando distracciones cuando tengas que hacer
algo. Deja la multitarea solo para actividades poco importantes, mecánicas y
que requieran poca atención.
· Mantén tu casa en orden.
· Simplifica, seguro que encuentras maneras más sencillas de
algunas cosas.
Por último, si te estresan tantas
sugerencias elige alguna de ellas y comienza a incluirla en tu vida.
Alicia Martín Pérez
Psicóloga Clínica
AMP Psicólogos. www.psicologosaranjuez.com