domingo, 9 de febrero de 2020

ME DA VERGÜENZA


            La vergüenza puede definirse como una sensación de pérdida de dignidad, insuficiencia o inadecuación de uno mismo relativo a determinados contextos. Es una emoción basada en factores socioculturales y que se activa cuando creemos que nuestro comportamiento o competencias pueden servir de mofa, juicio negativo o reproche por parte de otros. Sentimos que todos los ojos (o al menos los importantes) están clavados en nosotros.

            Puede desencadenarse en nuestras actuaciones públicas, pero también retrospectivamente, cuando recordamos algún hecho que consideramos impropio o anticipatoriamente al imaginar un escenario futuro. Asimismo, puede surgir incluso en soledad, al pensar que nuestros actos podrían haber sido vistos por otros. 

            La vergüenza puede llegar a generar un gran malestar, apareciendo pensamientos negativos sobre uno mismo, sobre las posibles consecuencias de los supuestos errores, cursa con rubor facial, confusión, bloqueo y sentimientos de inferioridad. Cuando la persona es especialmente sensible a esta emoción trata de ocultar sus supuestos defectos y puede llegar a evitar situaciones sociales, estableciéndose un círculo vicioso en el que cuanto más se esfuerza la persona por no pasarlo mal peor se pasa.

            No obstante, no es tan negativa como podría parecer. Así, Aristóteles la califica de “cuasivirtud” pues obrar mal y no avergonzarse es mucho peor que obrar mal y avergonzarse de haber hecho algo malo. La vergüenza puede servirnos para ser conscientes de nuestras limitaciones, reconocer nuestros errores y corregirlos, saber utilizar estrategias adecuadas en los distintos contextos en que nos desenvolvemos y mejorar nuestras competencias. 

            ¿Qué se puede hacer cuando uno es especialmente vergonzoso?:


  •   Lo primero sería reconocer la emoción, los antecedentes que la desencadenan, los pensamientos que la activan y magnifican y los intentos que se han puesto en práctica para superarla.

  •  Aprender a reinterpretar. Normalmente las situaciones no son tan peligrosas, los demás no están absolutamente pendiente de nosotros y nuestros pensamientos suelen ser exagerados.

  • Evitar mantener oculta la supuesta debilidad. La debilidad revelada se convierte en fortaleza.

  • Buscar escenarios donde exponerse. Puede empezarse por entornos cercanos y más confiables.

  •  Si no te atreves, comenzar por contárselo a alguien.

  •   Aceptar la vergüenza como parte de la condición humana.
  • Evitar identificarse con ella. Tu no eres tu vergüenza.
  •   Proponerse pequeños retos y felicitarse por superarlos.

  •  Reflexionar sobre si el grado de sufrimiento que se tiene no es mayor que lo que realmente se puede o pretende evitar.

  •    Animarse a poner una pizca de atrevimiento.

·         Si la vergüenza crea serias dificultades y no se puede resolver por uno mismo, no dudar en consultar con un especialista.

Alicia Martín Pérez. Psicóloga Clínica.
AMP Psicólogos. www.psicologosaranjuez.com

LA ENVIDIA


La envidia es un sentimiento de tristeza o enfado que experimentamos al contemplar que no tenemos algo que otro posee, bien sea una cualidad personal (como inteligencia, atractivo), algo tangible (bienes materiales) o intangible (como suerte, amor) y que nos resulta deseable.

Este sentimiento es natural en el ser humano, ¿quién no lo ha sentido alguna vez?. Una envidia benigna puede ser fuente de mejora personal, pero puede llegar a resultar muy dañina y, sobre todo, una fuente de sufrimiento absurdo. Permitir que la envidia llegue a esos extremos es una buena manera de torturarnos y supone un gran obstáculo para mantener relaciones sanas con los demás. 

El envidioso se compara con otras personas, apreciando ser o tener menos que ellas. Lo que ocurre es que esta comparación suele ser injusta, ya que en muchos casos surge al valorar lo propio con una escala muy exigente, en la que todo resulta poco valioso, a la vez que generaliza pensando que lo que tienen o les ocurre a los demás es estupendo o injustamente logrado.

Asimismo, no es infrecuente que aparezcan deseos o fantasías de daño hacia el otro.
Además de lo corrosiva que la envidia puede llegar a ser, supone un desplazamiento de la atención, en donde la persona, en lugar de cuidarse y buscar su propio bienestar, está continuamente pendiente de los demás, lo que provoca que le resulte más difícil avanzar y disfrutar de la vida.

Pero, ¿podemos hacer algo para que la envidia no nos atrape?. Os propongo algunas sugerencias

  •  Acepta y entiende tus emociones, pero evita instalarte en aquellas malsanas.
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  • Recuerda que el ser humano imperfecto que eres y procura que estos sentimientos no te sirvan de guía.
  • Mantente orientado en tus valores, aunque a veces surjan emociones que te lo pongan difícil.Aprende a valorar lo que tienes. Tu mundo es tan rico como quieras apreciar. Saber valorar las pequeñas o las grandes cosas que la vida nos depara es un gran antídoto.
  • Acepta que todo el mundo tiene derecho a ser feliz. Que los demás lo sean, que consigan o tengan lo que quieren forma parte de la vida.

  • Reflexiona. Que otro sea afortunado no supone que tú pierdas nada.

  • Cuando te des cuenta que aparece esta emoción, párate un momento y respira, cálmate, pon intención en que se disipe.

 Si, por el contrario, lo que nos ocurre es que hemos de lidiar con alguien especialmente envidioso, podemos:

  •   Tratar de cultivar la empatía, entendiendo que el envidioso verdaderamente lo pasa mal.

  •  Evitar confundir su actitud con su persona. Aunque nos pueda desagradar lo que haga o determinadas reacciones, la persona es más que lo que siente o hace.

  • Intentar compartir nuestras alegrías, aprendiendo a desatender determinadas reacciones.

  •   Comunicar serenamente nuestra incomodidad ante determinadas conductas.


“La envidia es una declaración de inferioridad”. Bonaparte



Alicia Martín Pérez. Psicóloga Clínica
AMP PSICÓLOGOS. www.psicologosaranjuez.com