Cuando
hablamos de adicciones lo asociamos fácilmente al consumo de sustancias tóxicas
tanto legales, como pueden ser algunos fármacos, el tabaco o el alcohol, como
ilegales. Pero desde hace algunos años empiezan a identificarse oro tipo de
conductas adictivas que no conllevan el consumo de sustancia alguna.
Tal vez, se
está dando relevancia en este sentido al uso desmesurado de los medios
tecnológicos, como puede ser pasar mucho tiempo conectado a internet, los
juegos en el ordenador, el uso del móvil y la incapacidad de separarnos de él,
entre otras, pero son muchas las conductas que pueden convertirse en adictivas,
como el juego, el sexo, las compras o el
comer.
Cualquier
conducta placentera tiende a repetirse y puede convertirse en un comportamiento
adictivo. Es importante establecer que para poder hablar de adicción han de
cumplirse, al menos cuatro requisitos:
1. Pérdida de control: la conducta
placentera tiende a repetirse, disminuyéndose progresivamente la capacidad de
elección. Aunque la persona, o su entorno, perciba que dedica un tiempo
inadecuado (por cantidad o por resultar inoportuno), no puede evitar llevarla a cabo.
2. Fuerte dependencia psicológica: se
experimenta un deseo intenso por realizar esa actividad, se generan unas altas
expectativas de bienestar y la mente está continuamente ocupada en pensamientos
relacionados con la misma.
3. Pérdida de interés por otras actividades
gratificantes que son poco a poco sustituidas por la adicción. Habitualmente
hay una negación de este cambio en los hábitos.
4. Interferencia grave en la vida cotidiana:
se dejan de lado intereses, relaciones personales, y pueden suponer pérdidas
económicas significativas, problemas laborales, escolares y familiares.
Al inicio, lo
que mantiene la conducta es el efecto placentero que produce, pero cuando va
evolucionando aparece la necesidad de reducir el malestar que genera el no
poder acceder a aquello que se ha convertido en adictivo, dándose, como en las
toxicomanías, el síndrome de abstinencia, que se caracteriza por:
*Impulso en forma de deseo intenso.*Tensión creciente hasta la ejecución de la conducta.
*Desaparición temporal de la tensión.
*Vuelta gradual del impulso.
Se establece
así un círculo vicioso que acaba siendo dañino. Como dice el profesor Enrique
Echeburúa: ”Todas las adicciones acaban por minar la vida de quienes la sufren
y de los que los rodean”.
Cuando la
persona es capaz de identificar que algún comportamiento comienza a interferir
en su vida puede poner en marcha mecanismos de control que le ayuden a
regularse, pero cuando el problema está instalado es muy difícil resolverlo por
uno mismo.
La
intervenciones dirigidas a superar las adicciones se inician con un análisis
exhaustivo de los patrones emocionales, mentales y conductuales que presenta la
persona y consisten fundamentalmente en el aprendizaje de estrategias que
permitan establecer un control adecuado de los impulsos y de la ansiedad, la
resolución de conflicto personales, la
ampliación de actividades positivas, la reorganización del estilo de vida, el
tratamiento de otros problemas que pueden llevar asociados y la prevención de
recaídas.
Alicia Martín Pérez
Psicóloga Clínica
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