miércoles, 24 de diciembre de 2014

Navidades en familia

La llegada de la Navidad generalmente inspira emociones muy especiales en padres e hijos. Para los niños suele ser una época que esperan durante todo el año por la magia que la rodea, el protagonismo que se les otorga y la llegada de sorpresas y regalos. 
La Navidad, como toda festividad colectiva, ofrece al niño la oportunidad de adquirir un sentido de pertenencia a una familia, una historia y una cultura particular. Los encuentros familiares les posibilitan una esfera de interrelación entre las personas: la experiencia de tener una familia más extensa les aporta sensación de seguridad y protección. Es un paso más allá de papá y mamá, o de las relaciones que han establecido en el colegio.
También para los padres, la navidad suele ser una época especial, para celebrar en familia y disfrutar con actividades diferentes. Así mismo, no cabe duda de que, como todo momento de vacaciones, tienen que hacer frente a responsabilidades y tareas que no se plantean en otros momentos del año. Los niños pasan más tiempo en casa y es preciso dedicarles mayor atención. Además, estas fechas se asocian con la búsqueda y reparto de regalos, que en ocasiones puede llegar a generar cierto nivel de estrés. 
Especialmente en los últimos tiempos, debido a las dificultades económicas que atraviesan muchas familias en nuestro país, muchos padres se muestran preocupados por no poder afrontar el mismo gasto en regalos que en años anteriores, y se plantean cómo transmitir este hecho a sus hijos. En este sentido, lo más importante es afrontar la situación de la forma más natural posible: con la información adecuada los niños son capaces de gestionar esas pequeñas desilusiones, y pueden incluso aprender importantes valores de la vida como son el cariño y apoyo de nuestros seres queridos, la capacidad de disfrutar de los momentos buenos, aunque existan algunos problemas.
Quizás esta circunstancia puede acarrear alguna consecuencia positiva, como por ejemplo restablecer la idea de la navidad como un tiempo en el que el valor principal lo aporta el hecho de poder estar en familia y disfrutar de este tiempo juntos, sin que necesariamente tengan que estar presentes las compras excesivas. Podemos aprovechar estas fechas para enseñar valores, realizar actividades productivas y creativas, que ayuden a los niños a desarrollar otras capacidades que harán de ellos mejores personas.
Algunas sugerencias sencillas, divertidas y muy recomendables para compartir entre padres e hijos son las siguientes:
  • Cocinar con los niños: A los niños les divierte experimentar con diferentes texturas, olores y sabores. Se trata de una tarea de adultos que suele resultar atractiva para los más pequeños. Además puede convertirse en un buen regalo, hacer unas galletas de formas especiales para regalar a los abuelos, seguro que lo agradecerán.
  • Realizar manualidades: que pueden servir de regalo para otros miembros de la familia. 
  • Crear tarjetas de felicitación: Además de estimular la creatividad del niño, nos ayuda a dar una lección de generosidad. La Navidad es el momento por excelencia para enseñar la lección de dar, de recibir y ser agradecido.
  • Planear una representación teatral: Cuando las familias se reúnen los niños pueden aprovechar para preparar una representación en la que cada uno desarrollará un papel. A los niños les encanta sentirse protagonistas e interpretar otros personajes.
  • Cantar villancicos: A los niños les encanta cantar y la música tiene efectos muy beneficiosos en ellos. Además, a través de la música se pueden establecer nuevas formas de comunicación entre padres e hijos.
  • Leer juntos: Existen muchos cuentos e historias asociadas a la Navidad que se pueden compartir. 
  • Hacer un calendario familiar: Comienza el año y en todas las casas resulta muy útil tener un calendario. Una opción divertida puede ser elaborarlo entre todos. Llevará algo más de tiempo, pero será un entrañable recuerdo para rememorar durante los siguientes 365 días.
Estas son sólo algunas sencillas ideas que pueden servir como inspiración para padres que deseen hacer de estas fiestas algo diferente. Estas actividades nos brindan la oportunidad de acercarnos a nuestros hijos de una forma nueva y potenciar nuestros vínculos con ellos.
Magdalena Sáez Valls
Alicia Martín Pérez
AMP Psicólogos

miércoles, 3 de diciembre de 2014

Los trastornos de ansiedad en la infancia y la adolescencia


Todos los seres vivos estamos dotados de un sistema biológico que nos permite experimentar ansiedad o temor. En los niños, la emoción del miedo cumple una función importante ya que los alerta y protege en situaciones para las que todavía no han desarrollado las habilidades necesarias y que podrían resultar peligrosas.

Así, sentimientos tales como el miedo, la ansiedad y la tristeza se presentan de forma normal en algún momento del desarrollo. Las causas de los mismos, la forma en que se manifiestan y sus funciones adaptativas cambian conforme el niño crece y pasa de la infancia a la adolescencia.

La ansiedad se considera normal y funcional cuando se trata de una respuesta que se explica claramente por el estímulo que la desencadena, cuando es adaptativa o lleva consigo una utilidad para el individuo, cuando es adecuada y proporcionada a la situación que la provoca, y cuando no conlleva una expresión corporal intensa. 

Sin embargo, cuando la ansiedad se presenta en situaciones ambiguas en las que no se entiende la razón por la que surge, produce un malestar importante y no ayuda a la adaptación del individuo sino que lo desajusta, provocándole síntomas físicos desproporcionados, hablamos de ansiedad patológica.

En la infancia, los trastornos de ansiedad constituyen la problemática más frecuente en las consultas de los especialistas, presentándose en aproximadamente entre el 9 y 21% de los niños y adolescentes de la población, lo cual constituye un problema de salud importante a estas edades.

Como se ha mencionado anteriormente, la identificación de la ansiedad como patológica puede resultar difícil pues, en ocasiones, son expresiones exageradas o temporalmente inadecuadas de lo que se consideran reacciones normales y adaptativas: el miedo y la ansiedad.

Las manifestaciones de ansiedad serán diferentes según la etapa del desarrollo. En los niños más pequeños se presenta a menudo como actividad excesiva, comportamientos estridentes y de llamada de atención, dificultades en la separación temporal de sus padres, o en el momento de ir a dormir. Las manifestaciones conductuales de la ansiedad pueden conducir a diagnósticos inadecuados de trastorno de déficit de atención con o sin hiperactividad (TDAH), trastorno desafiante y oposicionista u otros problemas de conducta.

A medida que los niños van creciendo, son más capaces de describir sus vivencias subjetivas, y pueden denominarlas usando diferentes vocablos como miedo, nerviosismo, tensión, rabia. Un problema de ansiedad también puede evidenciarse a través de comportamientos disruptivos o antisociales.

A continuación se describen brevemente los trastornos de ansiedad más habituales en la infancia y adolescencia:

1. Trastorno de ansiedad por separación: Hace referencia a una ansiedad elevada que presenta el niño cuando se separa real o supuestamente de sus seres queridos, especialmente de sus padres. El niño se preocupa cuando sus padres salen de casa (por motivos de viaje, de trabajo o simplemente si se retrasan en sus quehaceres cotidianos fuera de casa). Teme que les haya pasado algo malo, que se pongan enfermos o que se mueran.

2. La fobia escolar hace referencia al miedo y rechazo del niño a acudir a la escuela por alguna situación o persona relacionada con ella: problemas con algún profesor o compañero, dificultades durante el recreo o la comida, etc. Se trata de un trastorno de ansiedad muy incapacitante en tanto el niño puede dejar de acudir a la escuela durante largos períodos de tiempo, con las alteraciones a nivel de rendimiento escolar y de relaciones sociales que se derivan.

3. Fobia social: El niño o adolescente con fobia social experimenta una ansiedad elevada ante un amplio abanico de situaciones sociales: le cuesta preguntar la hora o una dirección a un desconocido por la calle, le cuesta mucho entablar una relación de amistad con niños/as de su edad, evita participar en clase, hablar con los profesores, ir a fiestas o llamar por teléfono, etc.

4. Trastorno de ansiedad generalizada: El rasgo distintivo de este cuadro es la presencia de preocupaciones excesivas por diferentes situaciones o actividades de la vida cotidiana. Estas preocupaciones se consideran excesivas porque ocupan mucho tiempo (el niño o adolescente rumia de forma constante sobre ellas) y porque causan malestar (al niño o adolescente le gustaría no preocuparse tanto por ellas). Además, es incapaz de controlar esta preocupación.

5. Trastorno obsesivo compulsivo: Este trastorno se compone de obsesiones (pensamientos o imágenes desagradables que aparecen de forma reiterada contra la voluntad del sujeto) y de compulsiones (conductas que se realizan con el propósito de reducir o eliminar la ansiedad provocada por las obsesiones).

Como padres, jugamos un importante papel en caso de que nuestro hijo presente un problema de ansiedad. Si el ambiente es comprensivo y se emplean estrategias que ayuden al niño, éste se verá beneficiado. Sin embargo, los ambientes que minimizan o culpan al niño del problema, o que le obligan a enfrentarse a una situación para la que no se encuentra preparado, estarán provocando un rechazo del niño a compartir sus problemas y pedir ayuda y, por tanto, comprometerán su mejoría. 

La evolución natural de la ansiedad en niños sin tratamiento puede derivar en serias repercusiones en el funcionamiento académico, social y familiar de los niños, interfiriendo de forma importante en el desarrollo del concepto de sí mismos y la autoestima.


Las principales modalidades de tratamiento en la práctica clínica son la terapia cognitivo conductual (TCC), las intervenciones informativas para familiares y el tratamiento farmacológico. Si la ansiedad es atípica para la edad del niño o niña, perdura en el tiempo, no hay signos de mejoraría, y está causando problemas significativos, se recomienda acudir a un profesional en busca de estrategias concretas que ayuden al niño a superar sus dificultades.

Magdalena Sáenz Valls
Alicia Martín Pérez
AMP Psicólogos Aranjuez

lunes, 10 de noviembre de 2014

LAS EMOCIONES: ¿POSITIVAS O NEGATIVAS?


Podemos definir las emociones como estados intensos caracterizados por pensamientos, reacciones fisiológicas y conductas específicas, que surgen de modo repentino en respuesta al entorno que nos rodea. Son reacciones subjetivas, es decir, las reacciones emocionales son el resultado de nuestra manera particular de interpretar las situaciones que vivimos. Es por ésta razón, que no todos reaccionamos igual emocionalmente ante un mismo acontecimiento, ya que cada uno de nosotros da un significado distinto, personal y mediado por la propia experiencia, a cada situación concreta.

 

Las emociones son una dimensión psicológica necesaria para la supervivencia. Suponen un “impulso” para la acción y la comunicación, y se relacionan con procesos neuroquímicos y cognitivos que tienen que ver con la toma de decisiones, la memoria, la atención, la percepción o la imaginación. Sin embargo, en muchas ocasiones nos resultan enigmáticas o difíciles de comprender y manejar.

 

A pesar de ser tan importantes, tradicionalmente se les ha restado valor, considerando que potenciaban la vulnerabilidad del ser humano y haciendo prevalecer la razón como forma más adecuada de conducir nuestras vidas. Ya Platón señaló que las emociones eran caballos salvajes que tenían que ser refrenados por la razón. Así, se ha asimilado a fortaleza o competencia el ser capaces de controlar, eliminar u ocultar cualquier atisbo de emocionalidad.

Los estudios y la profundización en el conocimiento del ser humano han puesto en evidencia que solo es posible mantener una buena relación con nosotros mismos y con los demás cuando existe un adecuado equilibrio entre razón y emoción.


                Una manera común de clasificar las emociones es en positivas o negativas, dependiendo de que las sensaciones que las acompañan sean agradables o desagradables. Esta clasificación, si bien es fácilmente entendible, nos lleva a confusión ya que tanto unas como otras son de vital importancia para nuestra adaptación y supervivencia. Las llamadas “positivas” nos indican aspectos protectores, sanos, satisfactorios o placenteros de la vida, a los cuales acercarnos y propiciar su mantenimiento, mientras que las “negativas” nos indican aspectos peligrosos o dañinos de los cuales apartarnos o mantenernos en vigilancia. Por ello, se considera más adecuado sustituir la idea de emociones positivas o negativas, por la de emociones apropiadas o inapropiadas.

Esto es así porque todas las emociones son sanas cuando se identifican, se entienden y se expresan adecuadamente, pero dejan de serlo cuando se exaltan, se reprimen o se expresan de modo exagerado, pudiendo convertirse en patológicas.


Para comprender mejor esta idea, presentamos un breve análisis de algunas de las emociones básicas.

La cólera o ira, es una emoción que nos indica que algo importante para nosotros está en peligro. En positivo nos lleva a la autoafirmación, a proteger nuestro territorio y a defender lo que es justo poniendo límites.

Sin embargo, cuando es excesivamente intensa y duradera, se reprime o se oculta, se transforma en resentimiento, irritabilidad, agresividad, odio y aislamiento social. A su vez, cuando se manifiesta de forma exagerada nos crea conflictos, sentimientos de culpa e incapacidad.

La tristeza, nos permite reconocer las pérdidas, llevándonos a conectar con nosotros mismos, a la introspección, la autoconsciencia, ayudándonos a recomponernos.

Pero cuando nos quedamos instalados en ella, la negamos y ocultamos puede convertirse en depresión.

El amor es enriquecedor y estimulante, proporciona apoyo y protección, nos moviliza a acercarnos a los demás, a compartir, a cuidar, es el motor de gran parte de nuestras virtudes.

No obstante, se puede transformar en algo destructivo cuando nos lleva a la sobreprotección, a la dependencia o a los  en celos.

El miedo, forma parte de nuestro sistema de alerta y permite protegernos de los peligros. Puede convertirse en algo inadecuado cuando se activa ante estímulos que no son realmente dañinos, bloqueándonos, paralizándonos, impidiéndonos afrontar retos y avanzar.

La alegría, nos permite reconocer las bondades de la vida, genera bienestar y energía y nos impulsa a la acción. Podríamos decir que es el estado en que todos queremos vivir.

En ocasiones, ésta puede convertirse en peligrosa cuando se convierte en euforia, nos aleja de la prudencia o nos impide medir nuestros verdaderos límites, llevándonos a la temeridad.

La aversión, nos indica la presencia de algo que puede ser perjudicial para nosotros, ayudándonos a alejarnos de tales estímulos. Pero se puede transformar en fobias cuando nuestra activación es excesiva.


A modo de conclusión podemos resaltar algunos aspectos:

  • Todas nuestras emociones cumplen una función positiva, aunque algunas las vivamos como algo molesto.
  • El modo en que las gestionemos a nivel interno y la forma de expresarlas serán la clave para lograr el bienestar emocional.

La psicología como ciencia que estudia al ser humano ha elaborado distintas estrategias que permiten superar aquellas dificultades que en ocasiones perturban nuestra vida emocional.

 

 

Paloma Suárez Valero.

Alicia Martín Pérez.

AMP Psicólogos.

www.psicologosaranjuez.com

lunes, 30 de junio de 2014

A.M.P. PSICÓLOGOS : LA VUELTA AL COLE "CON BUEN PIE"









El inicio del curso supone un momento muy importante en la vida de niños y padres. Implica un cambio, una evolución y una ruptura con el curso anterior. Así como a nivel académico se plantean nuevos retos y objetivos que potencian la adquisición de habilidades más complejas, a otros niveles educacionales, es interesante también promover avances.
En casa, es importante adaptar el nivel de exigencias de los padres a las posibilidades y destrezas de cada niño, así como a lo esperado a su edad. Un estilo de crianza basado en la exigencia positiva considera que los padres deben tener en cuenta las capacidades del niño y ayudarle a ser cada vez más autónomo y a afrontar nuevas situaciones como parte normal de su crecimiento. En este aspecto, no hay que olvidar ser tolerantes con los fracasos propios de todo proceso de aprendizaje al inicio y animar a nuestros hijos a desarrollar iniciativas. Por ejemplo, si este año le invitan por primera vez a dormir a casa de un amigo, le dejaremos ir aunque sepamos que tendremos que ir a buscarlo a mitad de la noche, o le dejaremos ducharse solo, aunque sepamos que tendremos que volver a aclararle la cabeza.
 Por lo que respecta al estudio, que suele ser una preocupación importante para padres, lo fundamental es crear unos hábitos. Este objetivo debe plantearse como algo progresivo, por lo que se partirá de unos mínimos que se irán incrementando poco a poco a medida que las semanas y el nivel de exigencia de curso vayan avanzando.
Es conveniente centrarse en establecer unos horarios y unas rutinas fijas, es decir, unas horas de inicio y de finalización estables y, a ser posible, todos los días igual. El niño aprende a organizarse mejor si se le presenta una  secuencia de actividades (por ejemplo, sentarse a hacer las tareas después de merendar) que siguiendo sólo las horas del reloj. Es importante tomar conciencia que el objetivo no es tanto ayudarle concretamente en las tareas, sino enseñarle a ser autónomo y que se pueda organizar solo.
Desde el principio, y sobre todo en casos de dificultad y con profesores nuevos, los padres deben estar bien informados de todo lo relacionado con el centro escolar de sus hijos. No sólo en relación con las notas, sino también en lo referente a sus relaciones con compañeros o profesores.
En la planificación de las actividades que van a realizar los niños durante el curso, nos gustaría hacer espacial hincapié en la importancia de la actividad física. Existen estudios que ponen de manifiesto la relación entre la práctica del deporte de los menores y su mayor fortaleza psicológica, lo que conlleva un mejor manejo de la ansiedad y el estrés. En esta línea, el deporte supone una válvula de escape en la rutina de las obligaciones, por no hablar de los claros beneficios que tiene para la salud y el desarrollo, no sólo físico, sino también socio-afectivo.
En resumen, animamos a plantear el nuevo curso como una nueva etapa en la que se puede promover en nuestros hijos el aprendizaje de nuevas habilidades y destrezas que los ayuden a convertirse de hecho en un poco más “mayores”.
Magdalena Sáenz Valls
Alicia Martín Pérez
AMP Psicólogos Aranjuez
www.psicologosaranjuez.com






miércoles, 18 de junio de 2014

Vacaciones, adolescencia y límites

La llegada de las vacaciones de verano supone una alteración importante en las rutinas familiares, el ritmo de vida cambia, las obligaciones a las que tienen que hacer frente los hijos se reducen drásticamente y aumentan las posibilidades de ocio y los planes con amigos.

Ante esta situación, es frecuente que surjan dificultades tanto por parte de los padres, como por el lado de los hijos. En los padres surgen dudas sobre cómo gestionar el grado de libertad que otorgan a sus hijos, y en los hijos surgen problemas para tolerar la frustración de sentirse limitados por sus padres.

En general, es muy frecuente que padres e hijos adolescentes encuentren complicado el llegar a acuerdos cuando aparecen posturas diferentes en torno a temas importantes para ambas partes. Es posible que las dificultades se deban a dudas en torno al funcionamiento psicológico de los jóvenes, y a las decisiones más oportunas y que mejor garantizan la armonía familiar y el logro de los objetivos educativos de los padres.

La adolescencia es una etapa caracterizada por la búsqueda por parte del individuo de una identidad personal, propia y separada de la de los demás, que le prepare para dar respuesta a futuras obligaciones y responsabilidades. Para ellos, esta etapa es por una parte estimulante porque les brinda sensación de libertad, pero por otra les asusta y necesitan que alguien les oriente y les diga qué es lo que más le conviene y por qué.

Una idea muy importante es que lo que en general molesta más a los adolescentes no es tanto el límite como la imposición del mismo a la fuerza: “Soy tu padre, y aquí mando yo.” Ante la orden, el deseo de autonomía que todo adolescente lleva consigo actúa de resorte.

Por ello, es interesante tener algunas nociones que ayuden a plantear las situaciones de conflicto en términos de negociación. No hay que olvidar que nuestro hijo está creciendo y tiene derecho a participar en todo lo que atañe a su vida. Es lógico que, ante los límites de sus padres sienta algo de frustración y la manifieste. Los padres no tienen por qué doblegarse ante sus comentarios, pero pueden admitir que el adolescente necesita expresarlo.

En términos generales, podrían tenerse como referencia las siguientes ideas para una negociación con un hijo adolescente:

  • Es muy importante que dejemos claro, con tono tranquilo, cuál es nuestra postura ante la situación. Por ejemplo, podríamos considerar justo ampliar el horario de llegar a casa durante el verano, siempre dentro de unos límites.
  • El límite en estos casos ha de quedar perfectamente claro, y padre y madre han de coincidir en su determinación.
  • Insistir en la oferta de negociación, con frases en primera persona, preguntando directamente qué le parece, si le parece justo o si lo comprende.
  • Escuchar sus planteamientos es muy importante. Aunque nos resulte complicado, hay que tener en cuenta que nuestra baza más potente es la capacidad para empatizar con nuestro hijo. Esto significa ponernos en su lugar, hacerle saber que le hemos entendido. Se pueden utilizar frases del tipo: “si no te he entendido mal...”, “entonces lo que me quieres decir es...”, y frases en las que demuestre que es consciente de cómo se siente: “pienso que estás enfadado, preocupado, triste...”, “entiendo que te sientas así…”.
  • Tener presente que el acuerdo es nuestro principal objetivo, hacérselo saber a nuestro hijo.
  • Ignorar las quejas no razonables y seguir en nuestro empeño. Es muy importante tratar de no entrar en el juego de las discusiones.
  • Si llega el acuerdo, haremos un resumen claro y breve de lo que esperamos de él o ella y nos aseguraremos de que está todo claro.



A modo de conclusión, diríamos que es sano que los adolescentes vayan participando en las decisiones que les atañen, sin que ello suponga un menoscabo en la autoridad y responsabilidad de los padres.

En el ejercicio de esa autoridad, se obtienen mejores resultados cuando, en lugar de imponer, se llega a acuerdos parciales. Si les imponemos, probablemente nos desafiarán. Negociar implica reflexionar, admitir errores, reconocer la parte de razón del otro... se trata de ofrecer un ejemplo adecuado al adolescente sobre cómo resolver los problemas, ya sean fuera o dentro de casa.





Magdalena Sáenz Valls
Alicia Martín Pérez
AMP Psicólogos Aranjuez

lunes, 5 de mayo de 2014

MATERNIDAD SIN ESTRÉS






MATERNIDAD SIN
ESTRÉS





La llegada de un bebé es motivo de alegría e ilusión pero también implica una serie de cambios muy importantes a nivel físico, psíquico, emocional, familiar y de organización de la vida cotidiana, lo que puede suponer una gran dosis de estrés.



El estrés es una reacción del organismo ante determinados cambios que exigen una serie de recursos. Cuando el estrés es demasiado intenso y dura demasiado tiempo, puede llegar a convertirse en un problema, impidiendo que afrontemos adecuadamente nuestros quehaceres y afectando a nuestra salud.
Puede aparecer cansancio, irritabilidad, problemas de concentración, insomnio, dolores de cabeza, dolores musculares, problemas digestivos, cardiacos, del sistema inmune…



La maternidad puede llevar a los padres, y especialmente a la madre, a sentir estrés. El bebé puede detectar este estado emocional negativo en sus padres y llevarle a estar irritado, nervioso, llorar más, dormir peor… agravando el problema.



Es muy habitual que las mujeres con hijos y, sobre todo, las que tienen que conciliar vida familiar y profesional, se definan a sí mismas como “estresadas”.



Cuando nos exigimos demasiado, empiezan a aparecer pensamientos como “no puedo con todo”, “no me da tiempo”, “lo hago todo mal”, “no puedo más” y pueden ir seguidos por un sentimiento de culpa en la madre y más ansiedad. Todo esto, además,  puede suponer el caldo de cultivo para problemas en la relación de pareja.



Hay momentos en que es adecuado revisar nuestras actitudes. A veces, bajo el estrés de la maternidad, aparecen ideas irracionales que nos obligan a ser perfectas y a cumplir absolutamente con todo. Estas mismas ideas nos hacen descuidarnos a nosotras mismas y pueden acabar conduciéndonos al agotamiento,  la ansiedad,  la falta de autoestima, a sentimientos de rechazo hacia nuestro hijo y a problemas de pareja.



Ser madre es mucho más que hacer sacrificios. Fijarse en lo positivo que tiene y cuidarse una misma es fundamental. No podremos atender adecuadamente de nuestro bebé si nosotras no nos cuidamos primero. Es importante darnos cuenta de que el auto-cuidado no es egoísmo.



Encontrar el equilibrio entre atender plenamente a nuestro bebé y satisfacer nuestras propias necesidades es clave para no sentirnos sobrepasadas, irritadas y tristes, pudiendo así, disfrutar verdaderamente de nuestro hijo y de la maternidad.



Ofrecemos ahora unas pautas para evitar o disminuir el estrés de la maternidad:



  • Descansa: aunque durante el día no logremos dormir, tumbarnos un rato, cerrar los ojos y respirar profundamente nos ayuda a relajarnos. Es una buena idea tratar de dormir o descansar cuando el bebé también lo haga.
  • Come adecuadamente: tener una dieta equilibrada, evitar los estimulantes y el alcohol también nos ayudará a sentirnos mejor.
  • Haz algo de ejercicio: intentar andar una hora al día. Podemos aprovechar para darle un paseo al niño y hacer algunos recados.
  • No te quedes en casa. sigue realizando todas las actividades habituales posibles, llevándote a tú bebé a todos lados.
  • Cuida tu vida social: puedes quedar con otras mamás o quedar en casa de amigos llevándote a tu bebé. Es sano para el niño acostumbrarse a estar bien en distintos entornos.
  • Deja algo de tiempo para ti misma: es una necesidad, no es egoísmo. Pídele a tu pareja que se encargue del bebé y dedícate un rato al día a darte un baño, ponerte una mascarilla, leer un libro, salir de compras, caminar o simplemente poner tu cabeza en orden.
  • Reserva algo de tiempo para compartir a solas con tu pareja.
  • Expresa tus sentimientos: hablar con tus amigas, con tu pareja o con otras madres te ayudará a sentirte mejor y a enfocar los problemas con más perspectiva.
  • Busca ayuda: no tienes por qué hacerlo todo sola. Busca a alguien que te ayude con las tareas de la casa, con el bebé o con cualquier otra cosa que necesites. Pide ayuda a tu pareja, a algún familiar o a algún amigo.
  • Prioriza y reduce las exigencias externas, sobre todo durante el primer año. No todo es importante.
  • Involucra a tu pareja y a los demás hijos (si los tienes) en las tareas de cuidado del niño y en las labores domésticas, en función de sus capacidades.
  • Olvida la autoexigencia y el perfeccionismo: aprende a poner límites y no intentes abarcarlo todo.



 
Paloma Suárez Valero



Alicia Martín Pérez



www.psicologosaranjuez.com

miércoles, 2 de abril de 2014

Orientaciones para padres de niños superdotados


Continuando con el artículo publicado la semana pasada, en el que hacíamos una descripción de las características más frecuentes que nos ayudan a diferenciar a los niños superdotados del resto, esta semana aportamos unas sugerencias de actuación.
En primer lugar queremos resaltar la comprensión de lo que se ha llamado "Disincronía evolutiva". Con ella se pone de relieve el hecho de que, así como la capacidad intelectual del superdotado evoluciona rápidamente, no lo hacen otras áreas de su funcionamiento, especialmente, la emocional. Por tanto, el niño superdotado por muy inteligente, maduro y comprensivo que se muestre, no deja de ser emocionalmente un niño con las necesidades afectivas que le corresponden a su edad cronológica.
Así mismo, pese a sus altas capacidades de comprensión del entorno social, pueden sufrir cierto rechazo por parte de otras personas. Con frecuencia son etiquetados como "sabelotodo". Deberemos estar atentos a cualquier tipo de marginación por parte de los iguales dado a que ello incide directamente en su autoestima.
Estos niños tienen mayor necesidad de expresar y ser escuchados. Frecuentemente se sentirán abrumados por situaciones que no entienden o no les parecen lógicas o justas. Ayúdelo a analizar las cosas desde la tranquilidad pero también desde la veracidad ya que ellos no aceptaran las explicaciones de circunstancias o vagas.
Es especialmente importante el mantenimiento de un entorno emocional estable y seguro, que les permita sentirse acompañados y comprendidos.
 En relación al aprendizaje, es bueno que aprovechemos todo el potencial que tienen estimulando su aprendizaje. No obstante, debemos evitar presionarles e imponerles metas demasiado elevadas. Hay que animarle a aprender fomentando su creatividad.
Es importante que tengamos presente su incansable necesidad de saber más. Su potente mente necesita canalizar esa energía. A tal efecto proporciónele acceso regulado a diferentes fuentes de información tales como libros, ordenadores, internet, enciclopedias, etc. Debemos apoyar sus intereses y pasiones en la medida de lo posible, evitando imponerle un futuro desde nuestras expectativas. Es conveniente que planifiquemos y compartamos con él viajes, visitas a museos, cine, teatro, exposiciones científicas, lugares históricos, etc.
Los problemas que con mayor frecuencia se encuentran asociados a la alta inteligencia son: aburrimiento, desmotivación, apatía, aislamiento, falta de empatía. A veces, también, aparece sintomatología depresiva y ansiosa expresada mediante repetidas somatizaciones (dolores de barriga, nauseas, problemas de sueño, etc.).
Para jugar y trabajar en casa prefieren aquellos juegos o actividades que supongan un cierto esfuerzo mental, de ingenio y creatividad. Por el contrario se aburrirán con juegos demasiado simples o independientes de sus propios recursos.
En relación a problemas propios del día a día, es preferible evitar cualquier tipo de comparación con hermanos, familiares u otros. Es mejor no favorecer o elegir al niño para algo simplemente por su condición de superdotado. Esto suele causar celos entre los hermanos, rivalidad y rechazo con sus iguales.
En esta línea, debemos enseñar disciplina y poner límites a sus conductas como lo haríamos con cualquier otro hijo.
Finalmente, creemos que es importante matizar que puede que como padres o familiares de un niño superdotado no sepamos exactamente cómo actuar en determinadas situaciones. Esto se considera normal, teniendo en cuenta que no sólo se trata de un niño especial y con sus características temperamentales, sino que además nos encontramos ante una circunstancia poco frecuente que marcará diferencias, tanto en la forma de ser del niño, como en las pautas de crianza de los padres. En caso de no estar seguro de estar tomando las mejores decisiones como padres, es importante dejarse aconsejar por especialistas.

Magdalena Sáenz Valls
Alicia Martín Pérez