Entendemos
la asertividad como la capacidad para manifestar lo que se piensa, se siente o
se quiere sin ofender a los demás, buscando el respeto de los propios derechos
y el de los otros.
La persona
asertiva es capaz de manifestar afectos tanto positivos como negativos de
manera tranquila, manteniendo las relaciones personales en buenos términos.
Sabe pedir ayuda, prestarla y también negarse cuando lo considera oportuno,
negociar y ser flexible para poder conseguir lo que quiere, hacer y recibir
cumplidos, hacer y recibir críticas de manera adecuada.
Como
contraposición a las conductas asertivas encontramos las conductas pasivas y
las agresivas. Las personas con una actitud pasiva tienden a dar más validez a
los deseos y necesidades de los demás que a los propios, no saben defender sus
derechos, ni son capaces de manifestar lo que no les gusta o molesta por temor
a ofender al otro. Las agresivas ponen sus deseos por encima de los derechos de
los otros, no respetan a los demás, no son flexibles y tratan imponer su
voluntad.
En el primer
caso, pueden ser apreciados por los que le rodean pero no son capaces de
defender sus derechos y conseguir sus metas, pueden sentirse tristes, apáticos
y minusvalorados.
En el segundo, probablemente consigan
sus objetivos pero es altamente probable que no establezcan relaciones
positivas y cercanas, a menos que los demás se dobleguen a sus deseos.
Todos nosotros somos asertivos en
algunos aspectos de nuestra vida, y tenemos dificultades en serlo en otros. La
asertividad no es una característica personal innata sino que es aprendida,
producto de nuestra historia de vida. Podemos aprender a ser más asertivos en
aquellas áreas en que tengamos dificultades.
Para mejorar nuestra asertividad
podemos proponernos los siguientes pasos.
1. Identificar cuáles son las
situaciones en que nos cuesta más ser asertivos.
2. Con qué personas nos resulta más
difícil.
3. Cuáles son los pensamientos que
acuden a nuestra mente cuando queremos manifestar nuestras opiniones,
preferencias, quejas o alabanzas. Muchos de estos pensamientos tienen que ver
con una valoración negativa de nosotros mismos (“no voy a ser capaz”), con las
posibles reacciones de los demás (“pensarán que soy…”, “se enfadarán conmigo”)
o prevén consecuencias negativas exageradas.
4. Darnos cuenta en que medida esos
pensamientos impiden que cumplamos con lo que queremos.
5. Valorar en que medida los
pensamientos responden verdaderamente a la realidad.
6. Reconocer que todos tenemos derecho a
expresar nuestras opiniones y sentimientos, de manera adecuada manteniendo el
respeto hacia los otros.
7. Proponernos “tareas” en que las que
practique ser asertivo, en lugar de dejar pasar oportunidades. Identificando en
primer lugar aquellas que sean más fáciles para ir avanzando poco a poco.
En realidad, es más fácil de lo que
parece, a medida que vayamos practicando nos resultará mucho más sencillo.
Además nos daremos cuenta que la mayoría de nuestros temores son infundados, lo
que hará que nos sintamos más seguros y satisfechos.
Alicia Martín Pérez
AMP Psicólogos Aranjuez