La frustración es un estado emocional que aparece en nosotros cuando nos encontramos con obstáculos al intentar conseguir lo que queremos, cuando nuestros deseos no se cumplen, cuando nuestros esfuerzos no dan los resultados que esperamos. Tiene que ver con cuestiones que nos exigimos a nosotros mismos, a los demás o al funcionamiento del mundo en general.
La podemos identificar por un conjunto de molestias físicas y una serie de pensamientos que alimentan esas sensaciones. Resulta adaptativa en la medida que puede generar recursos para resolver los inconvenientes que inevitablemente nos vamos a encontrar en la vida, pero puede resultar muy dolorosa cando nos bloquea y se convierte en sufrimiento. Puede venir acompañada de rabia o tristeza. Puede hacernos sentir inútiles o fracasados, inferiores, impotentes, o ver a los demás como incompetentes o malintencionados.
Tolerar la frustración significa ser capaz de afrontar los problemas y limitaciones que nos encontramos a lo largo de la vida, a pesar de las molestias o incomodidades que puedan causarnos.
La baja tolerancia a la frustración está relacionada con patrones de crianza muy permisivos en los que padres y educadores se adelantan a los deseos de los niños, les facilitan excesivamente las cosas y tratan de evitarles cualquier tipo de malestar. Así, aprenden que todo tiene que estar siempre a su disposición, que no es bueno esperar un poco, o que se puede tener o hacer siempre lo que uno quiere. De alguna manera, tratar de evitar cualquier pequeño malestar en los niños puede acarrear grandes sufrimientos en la edad adulta.
Aumentar nuestra tolerancia a la frustración puede suponer una mejora significativa en nuestra percepción de satisfacción con la vida. Para ello te invitamos a seguir una serie de recomendaciones.
· LA ACEPTACIÓN. Quizá sea realmente la clave para mejorarnos en este aspecto. Aceptar que tenemos limitaciones y que por muchos que nos empeñemos o por muy injusto que nos parezca, “las cosas son somo son”.
· DARNOS CUENTA. Cada uno de nosotros responde con frustración a eventos diferentes.
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Toma conciencia de a qué tipo de situaciones eres más vulnerable y aprende a generar expectativas más realistas. Ante todo, pregúntate si la situación es tan grave como para merecer el grado de malestar que te genera.· A veces las situaciones tienen que ver con uno mismo, con aspectos personales que creemos que deberían gustarnos o favorecernos más. Analiza si realmente puedes hacer algo para mejorarlo y si estás dispuesto a poner el empeño que se necesite. Si eres realista y puedes cambiarlo, ¡ánimo!, si lo consigues reducirás tu frustración. Pero si no es realista esperar que verdaderamente se produzca un cambio, es mejor que te centres en gestionar mejor tu estado emocional.
· En otros casos se trata de actitudes de los demás, o de circunstancias de la vida que no funcionan como crees que debería ser. Puedes hacerte las mismas preguntas y valorar si está en tu mano promover los cambios que consideras oportunos.· OBSERVA TUS REACCIONES. Párate un momento, trata de notar lo que te está pasando. Comienza por identificar las sensaciones que sientes en el cuerpo y localiza donde las sientes. Puedes decirte “siento presión en el pecho”, “en este momento, estoy sintiendo ganas de gritar”. También puedes tratar de poner un nombre adecuado a las emociones o sentimientos que se están activando, “en este momento siento rabia, o tristeza”. Poner nombre a lo que sientes es un buen paso para regularte mejor.
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En segundo lugar, pregúntate si te merece la pena seguir alimentando todo ese torbellino y date cuenta de tus pensamientos. Si decides que si, puedes hacerlo seguir en el bucle, también tienes derecho a sentirte frustrado. Pero si decides que no merece la pena:-Lleva tu atención a la respiración, realiza unas cuantas respiraciones profundas y atentas, busca la mejor manera de conectar con un espacio de calma interna. Las emociones, si no las alimentas duran poco.
Estas son unas sencillas sugerencias que pueden ser muy útiles para manejar la frustración. Te invitamos a que las pongas en práctica, ya sabes todo se aprende si se practica.
Alicia Martín Pérez. Psicóloga Clínica.
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