Podríamos definir la incertidumbre como la falta de certeza o confianza sobre algo futuro que genera sensaciones como la inquietud, el miedo, la inseguridad y la ansiedad.
Nuestro cerebro necesita tener una sensación de continuidad, como un hilo que pueda unir el pasado con el presente y el futuro, necesitamos sentir que lo que nos espera en el futuro será conforme a nuestros intereses y que no nos dañará. Es como una especie de equilibrio, que cuando se rompe puede generar gran malestar.
La percepción que tenemos sobre nuestra capacidad para influir en lo que está por venir varía mucho de unas personas a otras. En un extremo estarían aquellos más orientados a posiciones deterministas, es decir, los que creen que todo fenómeno está prefijado y que ninguno de los actos de nuestra voluntad es libre, sino que todo está preestablecido. Asimismo, otras personas pueden tener la sensación de que todo es producto del azar. En ambos casos pueden aparecer dos patrones diferentes:
-los que piensan “como nada depende de mi” vivo tranquilo y lo que tenga que ser será.
-los que adoptan la actitud “nada de lo que haga puede ayudarme a orientar mi vida” lo cual me llena de angustia.
En el otro extremo estarían aquellos que piensan que lo que ocurra es 100% resultado de sus acciones, que tienen la capacidad (si lo hacen suficientemente bien) de atar el futuro. En este caso también podemos encontrar dos patrones:
-aquellos que confían en valorar adecuadamente las circunstancias y tomar las decisiones oportunas.
-aquellos que caen presos de la necesidad de control, que los lleva a buscar la solución correcta y exacta. Es en estos casos en los que la incertidumbre y su intento de reducirla se puede convertir en una tortura.
Cuando el cerebro percibe incertidumbre trata de hacer algo para reducirla, según sean nuestros patrones predominantes seremos más hábiles en aquietar el malestar o incurriremos en patrones que aparentemente van a conseguir los resultados deseados pero que en realidad generan mas dolor. Los más comunes son: pensar y darle vueltas a las cosas más allá de lo necesario, convertir en monotema el motivo de inquietud o preocupación, evitar tomar decisiones, enredarse en patrones complejos e innecesarios para buscar la seguridad, entre otros.
Lo cierto, es que no podemos hacer nada para asegurarnos de tener el control absoluto de nuestras vidas, podemos pensar las cosas, analizarlas, poner en marcha acciones coherentes con nuestros objetivos y capacidades, pero siempre hemos de asumir un riesgo.
Os invito a reflexionar sobre algunas recomendaciones para lidiar con la incertidumbre:
-Tomar conciencia y aceptar la realidad de que no podemos controlar todas las cosas.
-Aprender a identificar las emociones asociadas a esas situaciones estableciendo un diálogo interno que nos permita describir como nos sentimos, que es lo que nos da miedo.
-Identificar lo que si depende de nosotros. Centrarnos en lo que sí está en nuestra mano.
-Comenzar a asumir pequeños riesgos, en donde tomemos opciones dejando que haya cosas al azar.
-Puede ser útil guiarse por el siguiente plan:
1. Toma un cuaderno y escribe el motivo de tu preocupación, describiendo lo que quieres, lo que te preocupa.
2. Proponte dedicar 15 minutos diarios
durante una semana a realizar todas las reflexiones que necesites por escrito y
solo de este modo.
3. Identifica posibles alternativas, puedes escribir pros y contras.
4. Si lo necesitas, consulta con algún experto sobre el tema, o con alguien que te conozca para ver si puede orientarte, pero evita hablar continuamente del tema o recurrir a múltiples interlocutores.
5. Al cabo de una semana de realizar este ejercicio tendrás información suficiente para manejar aquello que te inquieta. Si no ves una opción clara, quiere decir que todas o varias de las opciones propuestas son igualmente válidas, puedes tomar cualquiera de ellas.
6. Utiliza durante el proceso algún recurso para calmar la emoción. Puedes practicar alguna estrategia de relajación o meditación, o buscar formas de calma que para ti sean naturales.
Recuerda la incertidumbre tiene que ver con dos aspectos: lo que hemos de decidir o como poder plantear alguna estrategia para influir en los acontecimientos y cómo regular las emociones que nos genera el afrontar el futuro incierto. En ocasiones, podremos actuar y ejercer un cierto control sobre las cosas, pero resulta fundamental que encontremos formas adecuadas de regular los estados emocionales.
Gracias por leerme.
Alicia Martín Pérez. Psicóloga Clínica
AMP Psicólogos www.psicologosaranjuez.com