La autoestima se define como un conjunto de percepciones,
pensamientos, evaluaciones y sentimientos dirigidos hacia nosotros mismos,
hacia nuestra manera de ser y de comportarnos, y hacia los rasgos de nuestro
cuerpo y nuestro carácter.
Para comprender la autoestima, es importante
comprender que no se trata de la información objetiva sobre lo que somos: un
buen jugador de futbol, un amigo de Juan, una persona interesada en la ciencia
ficción, un estudiante… Estos serían componentes de nuestro autoconcepto.
La autoestima, en cambio, es la evaluación de la información contenida
en el autoconcepto, y procede de nuestros sentimientos acerca de lo que somos.
Por ejemplo, si un niño valora alto el ser un estudiante excelente pero es un
estudiante medio o bajo, su autoestima puede verse afectada. Sin embargo, el
mismo niño podría valorar la actividad atlética y la popularidad por encima de
la capacidad académica y, en consecuencia, tener una alta autoestima si es
hábil en las dos primeras áreas.
Por lo
tanto, la autoestima está basada en la combinación de la información objetiva
sobre uno mismo (lo que soy, mi autoconcepto) y la valoración subjetiva de
dicha información (en qué medida me gusta lo que soy).
El
desarrollo de una adecuada autoestima presenta importantes implicaciones en la
vida de nuestros hijos:
- Es vital para su desarrollo y afectará a la formación de su personalidad.
- Es muy importante para la vida en sociedad, para sentirse seguros, para querer conocer y profundizar en otras relaciones y para el éxito académico.
- Los niños que tienen confianza en sí mismos, desarrollan más habilidades y actitudes positivas para enfrentar los retos de la vida.
La familia
es el principal agente educador y de socialización con el que se encuentra el
niño. Las influencias tempranas que los padres ejercen sobre sus hijos son los cimientos
de una futura sana autoestima que seguirá construyéndose a lo largo de la vida.
A
continuación presentamos algunas sugerencias para favorecer el desarrollo de
una adecuada autoestima en nuestros hijos:
- Demostrar cariño a nuestros hijos es fundamental para su crecimiento y desarrollo, de esta forma estimulamos sus sentidos y se sienten queridos. Los ambientes distantes, las relaciones frías, y aún más hostiles, repercuten negativamente en la estabilidad emocional de los niños y provocan que “se quieran” menos.
- Dedicar atención a nuestros hijos: Un modo de prestarles atención es compartir con ellos sentimientos, comunicarnos intensamente, buscar intereses comunes…
- Respetar sus puntos de vista y opiniones, intentar entenderlas aunque no se compartan. Escuchar a nuestros hijos sin juzgarlos. Si el niño o niña experimenta total aceptación de sus pensamientos y sentimientos, percibe el valor que se le da a su existencia.
- Realizar valoraciones positivas: Cualquier actuación, trabajo, palabra, tiene una parte positiva, que hay que resaltar para potenciar. Utilizar el elogio para motivar y reforzar las conductas positivas de nuestro hijo. Felicitar a los niños no sólo por lo que hacen bien, sino por lo que intentan hacer bien.
- Si el niño o niña vive en un entorno de límites bien definidos y firmes, percibe que nos importa. Esos límites habrán de ser justos, razonables y negociables: la libertad ilimitada no educa. Para lograr este equilibrio es necesario escuchar y atender a nuestros hijos.
- Hay que fomentar su autonomía, al principio en nuestra compañía. Aprenderán a ser autónomos si saben que estamos junto a ellos para lo que necesiten. Si les animamos a explorar, a jugar, a experimentar, a caminar, a aprender… y lo hacemos con ellos, pronto sabrán que son capaces de lo que se propongan, mejorando su autoestima.
- Enviar mensajes alentadores. Demostrarles que confiamos en ellos y en sus posibilidades.
- Debemos ayudarlos a proponerse objetivos personales y a conseguirlos, aunque la no consecución de éstos no ha de ser entendida-explicada como una derrota sino como una paso más de aprendizaje.
En definitiva, dedicar tiempo a la relación con
nuestros hijos y mantener un clima de relaciones positivas en la familia
establecerá la base del desarrollo de los niños con seguridad, amor y una sana
autoestima. Es importante recordar que a lo largo de la infancia, son los
padres los que envían la mayoría de los mensajes que los niños reciben acerca
de sí mismos y sus posibilidades. Así, si los padres son capaces de transmitir
a los hijos una forma de valorarse centrada en la consideración positiva de sus
virtudes y en la confianza en que se puede mejorar lo menos agradable, estarán
estableciendo unas buenas bases para el desarrollo de una autoestima adecuada.
Magdalena Saéz Valls
Alicia Martín Pérez
AMP Psicólogos