martes, 3 de diciembre de 2013

LA AUTOESTIMA DE NUESTROS HIJOS


La autoestima se define como un conjunto de percepciones, pensamientos, evaluaciones y sentimientos dirigidos hacia nosotros mismos, hacia nuestra manera de ser y de comportarnos, y hacia los rasgos de nuestro cuerpo y nuestro carácter.

Para comprender la autoestima, es importante comprender que no se trata de la información objetiva sobre lo que somos: un buen jugador de futbol, un amigo de Juan, una persona interesada en la ciencia ficción, un estudiante… Estos serían componentes de nuestro autoconcepto.

La autoestima, en cambio, es la evaluación de la información contenida en el autoconcepto, y procede de nuestros sentimientos acerca de lo que somos. Por ejemplo, si un niño valora alto el ser un estudiante excelente pero es un estudiante medio o bajo, su autoestima puede verse afectada. Sin embargo, el mismo niño podría valorar la actividad atlética y la popularidad por encima de la capacidad académica y, en consecuencia, tener una alta autoestima si es hábil en las dos primeras áreas.

Por lo tanto, la autoestima está basada en la combinación de la información objetiva sobre uno mismo (lo que soy, mi autoconcepto) y la valoración subjetiva de dicha información (en qué medida me gusta lo que soy).

            El desarrollo de una adecuada autoestima presenta importantes implicaciones en la vida de nuestros hijos:

  • Es vital para su desarrollo y afectará a la formación de su personalidad. 
  • Es muy importante para la vida en sociedad, para sentirse seguros, para querer conocer y profundizar en otras relaciones y para el éxito académico.
  • Los niños que tienen confianza en sí mismos, desarrollan más habilidades y actitudes positivas para enfrentar los retos de la vida.

La familia es el principal agente educador y de socialización con el que se encuentra el niño. Las influencias tempranas que los padres ejercen sobre sus hijos son los cimientos de una futura sana autoestima que seguirá construyéndose a lo largo de la vida.


A continuación presentamos algunas sugerencias para favorecer el desarrollo de una adecuada autoestima en nuestros hijos:

  • Demostrar cariño a nuestros hijos es fundamental para su crecimiento y desarrollo, de esta forma estimulamos sus sentidos y se sienten queridos. Los ambientes distantes, las relaciones frías, y aún más hostiles, repercuten negativamente en la estabilidad emocional de los niños y provocan que “se quieran” menos.
  • Dedicar atención a nuestros hijos: Un modo de prestarles atención es compartir con ellos sentimientos, comunicarnos intensamente, buscar intereses comunes…
  • Respetar sus puntos de vista y opiniones, intentar entenderlas aunque no se compartan. Escuchar a nuestros hijos sin juzgarlos. Si el niño o niña experimenta total aceptación de sus pensamientos y sentimientos, percibe el valor que se le da a su existencia.
  • Realizar valoraciones positivas: Cualquier actuación, trabajo, palabra, tiene una parte positiva, que hay que resaltar para potenciar. Utilizar el elogio para motivar y reforzar las conductas positivas de nuestro hijo. Felicitar a los niños no sólo por lo que hacen bien, sino por lo que intentan hacer bien.
  • Si el niño o niña vive en un entorno de límites bien definidos y firmes, percibe que nos importa. Esos límites habrán de ser justos, razonables y negociables: la libertad ilimitada no educa. Para lograr este equilibrio es necesario escuchar y atender a nuestros hijos.
  • Hay que fomentar su autonomía, al principio en nuestra compañía. Aprenderán a ser autónomos si saben que estamos junto a ellos para lo que necesiten. Si les animamos a explorar, a jugar, a experimentar, a caminar, a aprender… y lo hacemos con ellos, pronto sabrán que son capaces de lo que se propongan, mejorando su autoestima. 
  • Enviar mensajes alentadores. Demostrarles que confiamos en ellos y en sus posibilidades.
  • Debemos ayudarlos a proponerse objetivos personales y a conseguirlos, aunque la no consecución de éstos no ha de ser entendida-explicada como una derrota sino como una paso más de aprendizaje.


En definitiva, dedicar tiempo a la relación con nuestros hijos y mantener un clima de relaciones positivas en la familia establecerá la base del desarrollo de los niños con seguridad, amor y una sana autoestima. Es importante recordar que a lo largo de la infancia, son los padres los que envían la mayoría de los mensajes que los niños reciben acerca de sí mismos y sus posibilidades. Así, si los padres son capaces de transmitir a los hijos una forma de valorarse centrada en la consideración positiva de sus virtudes y en la confianza en que se puede mejorar lo menos agradable, estarán estableciendo unas buenas bases para el desarrollo de una autoestima adecuada.



Magdalena Saéz Valls

Alicia Martín Pérez

AMP Psicólogos

martes, 15 de octubre de 2013

    
LA CRISIS ECONÓMICA 
y
 LOS CONFLICTOS DE PAREJA


“Cuando la pobreza entra por la puerta el amor sale por la ventana” dice El Úlltimo de la Fila en una de sus canciones.

Efectivamente, las dificultades económicas pueden poner en riesgo la calidad de la relación de pareja pero ésta afirmación es cierta solo parcialmente ya que son muchas las familias acostumbradas a vivir con un presupuesto muy ajustado y que disfrutan de una vida de pareja plenamente satisfactoria.

No obstante, cuando se trata de un problema sobrevenido, la situación cambia. En la actualidad, son muchas las parejas y familias que disfrutaban de una situación económica sólida, más o menos desahogada y que han visto mermados sus ingresos de manera importante como consecuencia de la pérdida del trabajo o la reducción del salario.

Si la pareja ya tenía problemas de relación, probablemente éstos se agudicen. Sin embargo, si la relación es sólida y la pareja tiene suficientes recursos emocionales, probablemente se superarán las dificultades y la pareja saldrá fortalecida.

Mención especial requiere la situación en que uno de los miembros de la pareja permanece en situación de desempleo o sufre una reducción importante de la jornada laboral, mientras el otro sigue trabajando, sobre todo si no está acostumbrado o identificado con el rol doméstico, ya que además de la pérdida económica, esta circunstancia supone un gran reto a nivel personal. Pudiendo surgir sentimientos de enfado, frustración o angustia.
Si además, el otro miembro de la pareja también está en casa, porque ya desarrollaba allí sus funciones o porque también ha perdido el empleo, pueden aparecer criticas, opiniones negativas sobre la forma de hacer de cada uno…y surgir los roces.

La reducción de ingresos supone el abordaje de la nueva situación tanto a nivel práctico como a nivel emocional. A pesar de que la situación es dolorosa y difícil, podemos poner en práctica algunas estrategias que nos ayudarán a manejarla mejor:

1.       Mantener presente que la pareja es importante y prioritaria. No permitir que la crisis merme la relación.

2.       Fomentar la comunicación: hablar de cómo nos sentimos y cómo vemos el problema nos puede aliviar. Hay algunas veces en que los problemas económicos nos afectan más por el significado que le damos que porque verdaderamente cambie mucho nuestro modo de vida. Hablarlo en pareja puede darnos una nueva perspectiva.

3.       Compartir las preocupaciones pero no convertirlas en el centro de la relación. Darle a las preocupaciones un tiempo es bueno pero también es importante dedicar espacios a realizar actividades compartidas y a distraerse. Podemos buscar entretenimientos que no cuesten dinero.

4.       Orientarnos más a las soluciones que al problema.

5.       Establecer metas comunes. Se trata de un desafío compartido.


6.       Encontrar una nueva organización de la vida: establecer nuevas prioridades, diferenciar las necesidades de lo que no lo son, reestructurar el ocio, las actividades…

7.       No intentar llevar el problema en solitario: pedir ayuda y compartir los miedos.

8.       Buscar estrategias para comunicárselo a los hijos: es importante comunicarles que va a haber cambios en la familia, mostrando acuerdo en la pareja y disposición a resolver las cosas. Garantizar a los niños que van a estar seguros.
La información que se transmita debe modularse en función de la edad de los hijos. Si son muy pequeños, no debemos hacerles partícipes de todas nuestras preocupaciones. Sin embargo, a partir de la adolescencia se puede dar una explicación más clara, darles un cierto protagonismo y buscar formas de colaboración, evitando la dramatización.

9.       Por último, podemos apoyarnos en los lados fuertes de la relación, en lo que nos une al otro (la amistad, el compromiso, la lealtad…). Las dificultades puede fortalecer ciertos aspectos de la pareja, que se une para salir adelante como equipo y se ve reforzada.
Centrarse en lo positivo de la pareja puede proporcionar mucha serenidad y cuidar de la relación puede ser muy reconfortante.

Como vemos, podemos hacer cosas que nos ayuden a superar las dificultades, manteniendo el control y afrontando los problemas de una forma más adaptativa. Podemos vivir esta difícil situación convirtiendo a nuestra pareja más en recurso que en un obstáculo.




Paloma Suárez Valero.
Alicia Martín Pérez.
AMP PSICÓLOGOS.
www.psicologosaranjuez.com

viernes, 4 de octubre de 2013

CÓMO AFECTA LA LLEGADA DEL PRIMER BEBÉ A LA RELACIÓN DE PAREJA


En la vida pasamos por distintas transiciones y una de ellas es el nacimiento de los hijos. La llegada de un hijo es un acontecimiento que supone mucho estrés y tensión, pudiendo aparecer conflictos y problemas en la pareja, pero también puede otorgarle un nuevo significado a la vida y fortalecer la unión conyugal, contribuyendo a la cohesión familiar.

Con la llegada del primer bebé se produce un impacto muy fuerte que afecta a todos los ámbitos de la vida. En primer lugar, los roles y las funciones asociadas a ser padres o madres se adquieren de forma abrupta (al llegar del hospital tras el nacimiento) y las parejas no suelen estar preparadas.
Hay que construir una dinámica nueva, reacomodar toda la estructura familiar y asumir al mismo tiempo dos papeles: la pareja conyugal y la pareja parental. Esto implica realizar cambios relativos al aumento de tareas, al cuidado del bebé, al aumento de los gastos económicos o al impacto en la vida profesional.

Además, la privación de sueño y el cansancio afectan mucho al estado de ánimo generando más irritabilidad, menos energía, ansiedad en algunos casos y falta de concentración, que hace que lo que antes nos parecía fácil, ahora sea sumamente costoso .

Se experimenta una ambivalencia de sentimientos: por una parte alegría e ilusión pero por otra sensación de estar abrumado, agobiado y desconcertado, miedo a si se hará bien o no, a si se actuará como buenos padres…

También se producen en la mujer una serie de cambios físicos, hormonales y anímicos, a veces difíciles de entender. Los dolores del post-parto pueden agudizar el malestar y la sensación de pérdida de identidad. Las relaciones íntimas se ven afectadas en éste primer momento.

Uno de los factores de desunión más frecuentes es la pérdida de intimidad. Puede ocurrir que la relación tan cercana madre-hijo durante los primeros meses (que empieza ya en el embarazo) genere una exclusión paterna en la conformación de la nueva familia. Es necesario que el padre se sienta incluido y ampliar esa relación tan exclusiva de dos.
También intervienen en este juego todos los familiares y amigos cuya presencia constante puede aumentar la sensación de falta de control sobre la propia vida y el propio hogar y la pérdida de intimidad para la pareja.

Algunas Estrategias para “sobrevivir” a la llegada del bebé:

·      Acudir juntos a las clases preparto, para obtener información e incorporar toda la vivencia como algo compartido por los dos desde el principio.

·      Aceptar el cambio: nada volverá a ser como antes. En este sentido, tener un conocimiento realista de las consecuencias de la llegada de un hijo, tanto positivas como negativas, y desarrollar una perspectiva “menos” romántica puede ayudar a los nuevos papás a afrontar más fácilmente los problemas y tensiones de esta etapa.

·      Entender que las primeras semanas son las más difíciles pero que es una situación transitoria. Tras la fase inicial, el bebé irá incorporando rutinas y respetando ciertos horarios con lo que la pareja va recuperando cierta normalidad y encontrando espacios para hacer cosas juntos.

·      Darse un tiempo para adaptarse. A ser padres se aprende. Pensar en la pareja como en un equipo. Los dos trabajan por el mismo objetivo, el bienestar del bebé.

·      Utilizar recursos de la propia pareja y recursos extrafamiliares (familia extensa, amigos…). Pedir ayuda pero poniendo limites y pidiendo respeto por la decisiones tomadas.

·      No pretender ser perfectos: ser flexibles, eliminar exigencias, establecer prioridades y centrarse en lo que realmente importa: no hacer la cama, aunque sea molesto, puede no ser tan importante. Esto aumenta la sensación de control y la relajación a la hora de enfrentarse a estos retos.

·      Organizar el tiempo y los horarios en la medida de lo posible.
Puede ser conveniente cambiar algunos hábitos y, por ejemplo, dormir cuando el bebé duerme.

·      Asignar a cada uno responsabilidades respecto al bebé y a la casa (hacer una lista). Es bueno turnarse en las más tediosas (biberón de madrugada). Si ambos colaboran ninguno estará resentido por tener que hacerlo todo.

·      No dejar a la pareja en segundo plano. Recordar que además de padres son una pareja. Brindarse apoyo, comprensión y afecto. Dedicar un momento al día para la pareja.

·      Alentar el dialogo y la comunicación: hablar de lo que cada uno siente, piensa y espera, de la organización doméstica, la economía, el trabajo…ayudara a desarrollar una relación más cercana con la pareja.

·      Darse cuenta de que pueden tener distintas perspectivas sobre cómo ser padres y hablarlo abiertamente. A menudo, ponernos en el lugar del otro ayuda a resolver los problemas.

·      Dejar espacios propios, por ejemplo el dormitorio, libres de las cosas del bebé, constituyéndolo así como un espacio para la intimidad.

·      Cuidarse uno mismo, dedicando un tiempo a las actividades personales y buscar momentos de relajación.

·      Darse cuenta de lo que si funciona en la relación y hacerse halagos. Los padres primerizos necesitan oír que están haciendo bien las cosas.

·      Tomarse las cosas con sentido del humor.

Las recomendaciones que proponemos pueden ayudar a que esta etapa de la vida familiar suponga una fuente de aprendizaje y crecimiento personal.


Paloma Suárez Valero.
Alicia Martín Pérez.
AMP Psicólogos.

miércoles, 11 de septiembre de 2013

FOMENTANDO LA AUTONOMÍA DE NUESTROS HIJOS


El desarrollo de la autonomía personal es, desde el punto de vista psicológico, un objetivo prioritario en la educación de los hijos. Un niño autónomo es capaz de realizar por sí mismo tareas y actividades adecuadas a su edad y propias de su entorno socio cultural, lo cual favorece una buena autoestima y confianza en sí mismo.
Por el contrario, un niño poco autónomo es un niño dependiente, que requiere ayuda continua, mostrando poca iniciativa, incrementándose la probabilidad de presentar problemas de aprendizaje y de relación con los demás.
Con frecuencia, la tarea de ayudar a los niños a desarrollar hábitos de autonomía no es sencilla. En ocasiones  los padres se anticipan a las acciones de sus hijos, y no les dejan realizar tareas que podrían hacer solos. Esos padres actúan así para evitar que se hagan daño, se frustren si no consiguen sus objetivos, para conseguir resultados más rápidos haciéndolo ellos mismos, o porque una exigencia excesiva les lleva a no confiar en la capacidad de sus hijos para realizar las tareas de forma adecuada.
Para fomentar la autonomía de modo adecuado, es necesario tener en cuenta que cada niño desarrolla sus capacidades de una forma distinta, por tanto, se debe conocer cuáles son las características reales de cada niño, ayudándole en su justa medida. Asimismo, se debe dar la oportunidad de experimentar y  equivocarse.
Algunas recomendaciones que contribuirán a fomentar la autonomía:
·       Tanto en la casa como en el colegio asignarles responsabilidades: recoger su habitación, vestirse y comer solos, llevar el plato a la cocina, preparar su mochila, etc.
·       Si el niño se equivoca, hablar con él sobre lo que ha pasado, qué consecuencias debe enfrentar y qué se puede hacer la próxima vez.
·       Establecer reglas y límites claros y con consecuencias razonables en el hogar.
·       Enseñarles a esperar su turno.
·       Estimularlos con comentarios positivos sobre sus logros.
·       Invitarlos a participar en los planes para eventos familiares.
·       Invitar a sus amigos a casa y dejar que vayan a otras casas de visita.
·       Permitir que se equivoquen.
·       Permitirles organizar su propio tiempo libre.
·       Establecer horarios y rutinas claras.

FIRMA: A.M.P. PSICOLOGÍA
Magdalena Sáenz Valls
Alicia Martín Pérez

lunes, 2 de septiembre de 2013

CONTROL DE LA IRA



       Son muchas las personas que acuden a psicoterapia debido a la perturbación que la ira provoca en sus relaciones personales y en su bienestar emocional.
La ira no es siempre algo malo. Por el contrario, sentir ira nos permite darnos cuenta de que algo no está bien, defender nuestros derechos o cambiar cosas que no nos gustan.
Pero la ira se convierte en algo negativo cuando lleva a las personas a reaccionar de forma desproporcionada a los acontecimientos que viven, haciendo o diciendo cosas por las que luego se sienten culpables o avergonzadas.

En ocasiones llegan a justificar sus acciones como una forma de defender sus derechos, pero las consecuencias que suele acarrear su conducta son tan negativas que les lleva a proponerse buscar soluciones alternativas. No obstante, es frecuente encontrar que a pesar de los firmes propósitos de autocontrol las respuestas desadaptativas se mantienen.
La ira se parece un poco a conducir un coche: lo más importante es mantener el control. A veces las condiciones de la circulación, de la calzada o el clima hacen que esto sea más difícil pero los buenos conductores saben que nunca deben perder el control del coche porque puede ser peligroso y producirse un accidente.
Existen numerosas situaciones en las que las personas pueden verse desbordados por la ira y perder el control. Normalmente tienen que ver con circunstancias de estrés mantenido, como procesos de divorcio complicados, dificultades laborales o económicos, problemas en las relaciones familiares, etc. En otras ocasiones la respuesta de ira puede desencadenarse por una situación inesperada en que la persona ve amenazada su integridad física o emocional. En general, se puede decir que la ira aparece cuando la persona encuentra un obstáculo en la consecución de sus metas y no encuentra mejor modo de hacerle frente.
Gran parte de la respuesta emocional se ve mediada por varias circunstancias:
  • La persona está sobrecargada con otros problemas y acaba estallando por algún inconveniente que nada tiene que ver o es irrelevante.
  • Situaciones que suponen un estrés mantenido, que no se han sabido resolver adecuadamente en un momento anterior y en que la persona espera y espera  a que se resuelva solo, que el otro de el primer paso… Llega un punto en que ya no puede más y el enfado se manifiesta de la forma más explosiva.
  • En la mayoría de los casos, la persona ha aprendido a través de su historia a manifestar la ira como un medio de desahogo emocional (de hecho existe la creencia extendida de que el enfado es mejor manifestarlo, aunque sea de forma inadecuada, antes que reprimirlo) o como una forma de resolver sus problemas.
  • No cabe duda que en ocasiones se obtiene alguna ganancia con este comportamiento, pero normalmente son más altos los costes que los beneficios.

Algunas de las consecuencias negativas más importantes de esta forma de manejo son las siguientes:

  • El desbordamiento de ira genera altos grados de malestar en uno mismo.
  • Cuantos más ataques de ira tenemos aumentamos la probabilidad de que estos se repitan, ya que vamos reforzando ese patrón. La propia ira se retroalimenta y tiende a aumentar.
  • Existe además una relación con problemas de salud de distinta índole: problemas cardíacos, estomacales, neurológicos…
  • En la mayoría de los casos la persona se da cuenta de que “se pasa” y de que en realidad no es necesario enfadarse, o al menos de forma tan desproporcionada, para gestionar bien su vida. Más bien ocurre al contrario, cuanto más se enfada peor resuelve los problemas.
  • El alto grado de enfado impide pensar con claridad y valorar qué es realmente lo que se quiere.
  • Las relaciones con los demás se vuelven tensas y complicadas. Los demás pueden acabar accediendo no porque lo deseen sino por temor o pueden llegar incluso a alejarse.

Es importante identificar cuál es el análisis que el individuo hace de la situación, qué pensamientos activan la ira, cuáles son las señales internas que aparecen y qué conductas se llevan a cabo para rebajar el alto grado de malestar que puede llegar a sentir.
Pararse unos segundos y respirar profundamente ayuda a parar la cadena de pensamientos activadores de ira.
Preguntarse si merece la pena tan alto grado de enfado y si verdaderamente responder airadamente ayudará a resolver el problema o quizá lo empeore.
Asimismo, tomar conciencia de las consecuencias negativas de sus respuestas y buscar formas alternativas son las claves para la superación de este problema.

Alicia Martín Pérez
Paloma Suárez Valero
A.M.P. Psicólogos