En la vida pasamos
por distintas transiciones y una de ellas es el nacimiento de los hijos. La
llegada de un hijo es un acontecimiento que supone mucho estrés y tensión,
pudiendo aparecer conflictos y problemas en la pareja, pero también puede
otorgarle un nuevo significado a la vida y fortalecer la unión conyugal,
contribuyendo a la cohesión familiar.
Con la llegada del
primer bebé se produce un impacto muy fuerte que afecta a todos los ámbitos de
la vida. En primer lugar, los roles y
las funciones asociadas a ser padres o madres se adquieren de forma abrupta
(al llegar del hospital tras el nacimiento) y las parejas no suelen estar
preparadas.
Hay que construir
una dinámica nueva, reacomodar toda la estructura familiar y asumir al mismo
tiempo dos papeles: la pareja conyugal y la pareja parental. Esto implica realizar
cambios relativos al aumento de tareas, al cuidado del bebé, al aumento de los
gastos económicos o al impacto en la vida profesional.
Además, la privación de sueño y el cansancio
afectan mucho al estado de ánimo generando más irritabilidad, menos energía,
ansiedad en algunos casos y falta de concentración, que hace que lo que antes
nos parecía fácil, ahora sea sumamente costoso .
Se experimenta una ambivalencia de sentimientos: por una parte alegría
e ilusión pero por otra sensación de estar abrumado, agobiado y desconcertado, miedo
a si se hará bien o no, a si se actuará como buenos padres…
También se producen en la mujer una serie de cambios
físicos, hormonales y anímicos, a veces difíciles de entender. Los dolores del
post-parto pueden agudizar el malestar y la sensación de pérdida de identidad. Las
relaciones íntimas se ven afectadas en éste primer momento.
Uno de los factores de desunión más frecuentes es la
pérdida de intimidad. Puede ocurrir que la relación tan cercana madre-hijo durante los primeros meses (que empieza
ya en el embarazo) genere una exclusión paterna en la conformación de la nueva
familia. Es necesario que el padre se sienta incluido y ampliar esa relación
tan exclusiva de dos.
También intervienen
en este juego todos los familiares y
amigos cuya presencia constante
puede aumentar la sensación de falta de control sobre la propia vida y el
propio hogar y la pérdida de intimidad para la pareja.
Algunas
Estrategias para “sobrevivir” a la llegada del bebé:
·
Acudir juntos a las
clases preparto, para obtener información e incorporar toda la vivencia como algo
compartido por los dos desde el principio.
· Aceptar el cambio: nada volverá a ser como antes. En este sentido, tener
un conocimiento realista de las
consecuencias de la llegada de un hijo, tanto positivas como negativas, y desarrollar una perspectiva “menos”
romántica puede ayudar a los nuevos papás a afrontar más fácilmente los
problemas y tensiones de esta etapa.
·
Entender que las
primeras semanas son las más difíciles pero que es una situación transitoria. Tras la fase
inicial, el bebé irá incorporando rutinas y respetando ciertos horarios con lo
que la pareja va recuperando cierta normalidad y encontrando espacios para
hacer cosas juntos.
· Darse un tiempo para adaptarse. A ser padres se aprende. Pensar en la
pareja como en un equipo. Los dos trabajan por el mismo objetivo, el bienestar
del bebé.
·
Utilizar recursos de
la propia pareja y recursos extrafamiliares
(familia extensa, amigos…). Pedir ayuda pero poniendo limites y pidiendo respeto por la decisiones tomadas.
·
No pretender ser
perfectos: ser flexibles, eliminar exigencias, establecer prioridades y centrarse
en lo que realmente importa: no hacer la cama, aunque sea molesto, puede no ser
tan importante. Esto aumenta la sensación de control y la relajación a la hora
de enfrentarse a estos retos.
·
Organizar el tiempo y los horarios en
la medida de lo posible.
Puede ser conveniente cambiar algunos hábitos y, por ejemplo, dormir
cuando el bebé duerme.
·
Asignar a cada uno responsabilidades respecto al bebé y
a la casa (hacer una lista). Es bueno turnarse
en las más tediosas (biberón de madrugada). Si ambos colaboran ninguno estará
resentido por tener que hacerlo todo.
·
No dejar a la pareja
en segundo plano. Recordar que además de padres
son una pareja. Brindarse apoyo, comprensión y afecto. Dedicar un momento
al día para la pareja.
·
Alentar el dialogo y
la comunicación: hablar de lo que cada uno siente, piensa y espera, de la organización
doméstica, la economía, el trabajo…ayudara a desarrollar una relación más
cercana con la pareja.
·
Darse cuenta de que
pueden tener distintas perspectivas sobre cómo ser padres y hablarlo
abiertamente. A menudo, ponernos en el lugar del otro ayuda a resolver los
problemas.
·
Dejar espacios
propios, por ejemplo el dormitorio, libres de las cosas del bebé,
constituyéndolo así como un espacio para la intimidad.
·
Cuidarse uno mismo, dedicando un
tiempo a las actividades personales y buscar momentos de relajación.
·
Darse cuenta de lo
que si funciona en la relación y hacerse
halagos. Los padres primerizos necesitan oír que están haciendo bien las
cosas.
·
Tomarse las cosas con sentido del humor.
Las recomendaciones que proponemos pueden ayudar a que esta etapa de la
vida familiar suponga una fuente de aprendizaje y crecimiento personal.
Paloma
Suárez Valero.
Alicia
Martín Pérez.
AMP
Psicólogos.
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