Las fantasías sexuales son
imágenes o pensamientos que representan deseos conscientes o inconscientes, pueden
reflejar un deseo sexual o provocarlo.
Se trata de un tema todavía
poco estudiado y que lleva asociadas algunas connotaciones negativas.
Culturalmente, como todo lo relacionado con el sexo, ha sido una cuestión tabú,
algo incluso vergonzoso. Muchas personas las tilda de “malos pensamientos”,
asociándolas con el pecado.
Sin embargo, la mayoría de las
personas tienen fantasías sexuales, por lo que no pueden ser consideradas como
algo perjudicial o negativo, simplemente forman parte de los contenidos de
nuestra imaginación. Además forman parte del desarrollo psicosexual del ser
humano, surgiendo entre los 11 y los 13 años. Se trata de una manifestación
normal y sana de la sexualidad.
En sexología clínica resultan
un instrumento muy valioso para el tratamiento de algunos problemas sexuales
y/o de pareja, ya que alimentan el deseo, intensifican el disfrute pleno de la
relación y facilitan una sexualidad más amplia y creativa, dan lugar a la
anticipación del placer, eliminan barreras al dar permiso para vivir
situaciones que, tal vez, no serían posibles en la vida real.
Existe la creencia de que
son más propias de los hombres. Podría ser debido a que tal vez los hombres
tengan menos inhibiciones y hablen de ello con más facilidad. Sin embargo, se
dan en la misma medida en ambos sexos, no existiendo grandes diferencias en
cuanto al contenido de las mismas, siendo la temática amplia y variada.
Por otro lado, el contenido
de las fantasías no tiene por qué ser sólo sexual sino que se relaciona con
otros muchos aspectos de la seducción, del placer y del deseo pudiendo así versar sobre encuentros del
pasado, escenarios románticos…
La educación psicosexual
recibida, así como las experiencias previas y la valoración acerca del sexo que
cada uno tenga tiene una gran influencia en el tipo de fantasías que puede
tener cada persona. Si son valoradas como algo natural formarán parte de una
vida sexual sana, mientras que si son calificadas como negativas pueden llegar
a generar problemas que van desde la culpa o la vergüenza, al desarrollo de
verdaderos trastornos sexuales.
Es muy importante
desculpabilizar y eliminar falsas creencias:
- Hay que distinguir la imaginación de la realidad. Tener fantasías sexuales no significa querer llevarlas a la práctica: con el pensamiento podemos experimentar cosas que no haríamos nunca en la realidad.
- El pensamiento y la conducta son cosas distintas. No es lo mismo pensar que hacer. Lo que puede estar permitido y resultar estimulante a nivel mental puede ser negativo si se exterioriza.
- Tener fantasías no significa que el amor y el deseo en la pareja haya desaparecido. Hay que recordar que el principal órgano sexual es el cerebro y las fantasías pueden ser un recurso más.
- Tener fantasías sexuales no conduce a la obsesión.
- Las fantasías durante el coito no son signo de disfunción o trastorno. Por el contario, son algo muy frecuente en las relaciones sexuales.
- Tener fantasías sexuales no implica una hipersexualidad sino una expresión saludable del erotismo.
Una pregunta frecuente es si
se deben o no compartir las fantasías sexuales con la pareja. Lo cierto es que
no hay una única respuesta y se trata de una decisión de cada uno. En algunos
casos puede servir para aumentar la comunicación y la intimidad con la pareja
creando juegos compartidos que pueden resultar muy estimulantes. Pero, al igual
que con otros aspectos de la vida podemos mantenerlos en nuestra intimidad
personal, no es necesario compartirlo todo con la pareja y, a veces, al
exteriorizar las fantasías pierden su magia y el poder estimulante.
En conclusión, las fantasías
sexuales ayudan al crecimiento personal y al desarrollo sexual contribuyendo
así a mejorar distintos aspectos de nuestra vida. Son una fuente de
posibilidades y de juego, con lo cual es sano percibirlas en positivo, como un
estímulo al erotismo pero considerándolas siempre como un aspecto más.
Ahora bien, las fantasías
también se pueden convertir en algo patológico cuando son la única forma de
lograr excitación y sustituyen a las relaciones reales, cuando se convierten en
algo obsesivo que altera la conducta y el pensamiento de la persona, cuando
tratan de imponerse al otro, cuando son la única finalidad del acto sexual o
cuando son intrusivas y recurrentes y generan malestar en la persona.
En estos casos, recurrir a
la ayuda profesional puede ser adecuado.
Paloma
Suárez Valero.
Alicia
Martín Pérez.
AMP
Psicólogos.
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