lunes, 2 de octubre de 2017

APEGO SEGURO, NIÑOS SEGUROS



EL BIENESTAR EMOCIONAL DE NUESTROS HIJOS: APEGO SEGURO.



Seguramente nos resultará familiar la imagen de la fila de pollitos siguiendo a mamá gallina o los patitos siguiendo a mamá pata, esta representación sugiere la existencia de un vínculo especial entre los pequeños y una figura de referencia que sirve de guía. Del estudio de las relaciones que se establecen entre las crías y sus progenitores surge en los años 50 el concepto de apego como el vínculo que se establece entre el recién nacido y su cuidador principal, relación que se mantiene en los primeros años y que es fundamental para el adecuado desarrollo emocional del niño.

Para que un niño crezca sano a nivel psicológico ha de vivir las siguientes experiencias:

1) La experiencia de ser "visto": esto es, sentir que sus padres (o un adulto significativo) son sensibles a sus emociones y pensamientos, respondiendo de manera congruente y consecuente a sus comportamientos visibles. 

2) Sentirse "seguro": saber que existen otras personas que le van a proteger del daño en cualquier situación y que a su vez no supongan una fuente de temor.

3) Ser "calmado": ser acompañado y atendido en los momentos de angustia.

Crear, cuidar y mantener las pautas necesarias para que estas experiencias tengan lugar es lo que se identifica con el término “apego seguro”.
Alrededor de un tercio de los niños no tienen en sus padres o en los adultos cercanos la referencia adecuada y desarrollan formas de apego inseguro:

·         Algunos pueden sentir que la interacción con su progenitor no es emocionalmente cercana. En esta relación, el niño no experimenta ser visto o calmado y desarrolla lo que se llama apego evitativo: muestra autonomía precoz porque ha aprendido a no confiar en el progenitor para satisfacer sus necesidades emocionales. Los estudios revelan que será visto como controlador por sus compañeros, con una tendencia a no pedir ayuda cuando sea necesario. Estará limitado en la comprensión de su propio mundo emocional y tendrá dificultades en la expresión de sus sentimientos, así como en la identificación de los de los demás.

·         Otros niños muestran apego ambivalente con sentimientos encontrados hacia el progenitor, que es inconsistente en la crianza, confundiendo, con frecuencia, su propio estado emocional con las necesidades y sentimientos reales de los menores.Ve a su hijo a través de sus miedos y anhelos, teniendo por tanto dificultades para calmarle. Se establece una relación en que los padres pueden servir de referencia de manera intermitente, a veces si a veces no. Esto lleva a una sensación de incertidumbre sobre si puede confiar en los demás o en uno mismo. 

·         Por último, el apego desorganizado, surge como una forma de adaptarse a la experiencia inusual en la que el progenitor es la fuente del terror. Una parte primitiva del cerebro del niño le conduce a alejarse de la fuente del terror, como modo de supervivencia. Pero una parte más evolucionada le conduce hacia el mismo progenitor para ser calmado. Debido a esta paradoja, su mente se fragmenta y su comportamiento se congela; se crea el miedo sin solución y no hay una estrategia organizada que el niño pueda emplear para abordarlo.

 El tipo de apego que hayamos desarrollado de la interacción con nuestros progenitores puede influir en el que establezcamos con nuestros hijos, pero no nos condiciona irremediablemente a repetir el mismo patrón. Dar sentido a nuestras experiencias y observar cómo han influido éstas en nuestro crecimiento pueden ser clave para identificar las pautas que nos resultarán más adecuadas. 

Ante esto, es interesante pararse a pensar sobre los tipos de apego: ¿cuál o cuáles te resultan familiares? ¿Te sentías seguro en tus relaciones como niño? ¿Hubo inconsistencias o intrusiones? ¿Tienes dificultades para confiar en otros? ¿Sientes ahora que tienes muchos problemas de tu pasado que te siguen preocupando en el presente? ¿Hubo momentos en que te sentiste aterrorizado con tus propios padres o con rupturas experimentadas que no fueron reparadas?. Tómate un tiempo para reflexionar, darte cuenta de que puedes tener un poco de cada tipo de apego. Con las ideas que se deriven de tales reflexiones, se puede hacer ahora un trabajo de integración para comprender mejor y crear más seguridad para tu hijo y ti mismo.

Sara Olavarrieta Bernardino
Doctora en Psicología
Alicia Martín Pérez
Psicóloga Clínica
AMP Psicólogos
www.psicologosaranjuez.com

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