EL BIENESTAR EMOCIONAL DE NUESTROS
HIJOS: APEGO SEGURO.
Seguramente
nos resultará familiar la imagen de la fila de pollitos siguiendo a mamá
gallina o los patitos siguiendo a mamá pata, esta representación sugiere la
existencia de un vínculo especial entre los pequeños y una figura de referencia
que sirve de guía. Del estudio de las relaciones que se establecen entre las
crías y sus progenitores surge en los años 50 el concepto de apego como el
vínculo que se establece entre el recién nacido y su cuidador principal,
relación que se mantiene en los primeros años y que es fundamental para el
adecuado desarrollo emocional del niño.
Para
que un niño crezca sano a nivel psicológico ha de vivir las siguientes
experiencias:
1) La experiencia de ser "visto": esto
es, sentir que sus padres (o un adulto significativo) son sensibles a sus
emociones y pensamientos, respondiendo de manera congruente y consecuente a sus
comportamientos visibles.
2)
Sentirse "seguro": saber que existen otras personas que le van a proteger
del daño en cualquier situación y que a su vez no supongan una fuente de temor.
Crear,
cuidar y mantener las pautas necesarias para que estas experiencias tengan
lugar es lo que se identifica con el término “apego seguro”.
Alrededor
de un tercio de los niños no tienen en sus padres o en los adultos cercanos la
referencia adecuada y desarrollan formas de apego inseguro:
·
Algunos pueden
sentir que la interacción con su progenitor no es emocionalmente cercana. En
esta relación, el niño no experimenta ser visto o calmado y desarrolla lo que se
llama apego evitativo: muestra
autonomía precoz porque ha aprendido a no confiar en el progenitor para
satisfacer sus necesidades emocionales. Los estudios revelan que será visto
como controlador por sus compañeros, con una tendencia a no pedir ayuda cuando
sea necesario. Estará limitado en la comprensión de su propio mundo emocional y
tendrá dificultades en la expresión de sus sentimientos, así como en la
identificación de los de los demás.
·
Otros niños
muestran apego ambivalente con
sentimientos encontrados hacia el progenitor, que es inconsistente en la
crianza, confundiendo, con frecuencia, su propio estado emocional con las
necesidades y sentimientos reales de los menores.Ve a su hijo a través de sus
miedos y anhelos, teniendo por tanto dificultades para calmarle. Se establece
una relación en que los padres pueden servir de referencia de manera
intermitente, a veces si a veces no. Esto lleva a una sensación de
incertidumbre sobre si puede confiar en los demás o en uno mismo.
·
Por último, el apego desorganizado, surge como una
forma de adaptarse a la experiencia inusual en la que el progenitor es la
fuente del terror. Una parte primitiva del cerebro del niño le conduce a
alejarse de la fuente del terror, como modo de supervivencia. Pero una parte
más evolucionada le conduce hacia el mismo progenitor para ser calmado. Debido
a esta paradoja, su mente se fragmenta y su comportamiento se congela; se crea
el miedo sin solución y no hay una estrategia organizada que el niño pueda
emplear para abordarlo.
El tipo de apego que hayamos desarrollado de
la interacción con nuestros progenitores puede influir en el que establezcamos
con nuestros hijos, pero no nos condiciona irremediablemente a repetir el mismo
patrón. Dar sentido a nuestras experiencias y observar cómo han influido éstas
en nuestro crecimiento pueden ser clave para identificar las pautas que nos
resultarán más adecuadas.
Ante
esto, es interesante pararse a pensar sobre los tipos de apego: ¿cuál o cuáles
te resultan familiares? ¿Te sentías seguro en tus relaciones como niño? ¿Hubo
inconsistencias o intrusiones? ¿Tienes dificultades para confiar en otros?
¿Sientes ahora que tienes muchos problemas de tu pasado que te siguen
preocupando en el presente? ¿Hubo momentos en que te sentiste aterrorizado con
tus propios padres o con rupturas experimentadas que no fueron reparadas?. Tómate
un tiempo para reflexionar, darte cuenta de que puedes tener un poco de cada tipo
de apego. Con las ideas que se deriven de tales reflexiones, se puede hacer
ahora un trabajo de integración para comprender mejor y crear más seguridad para
tu hijo y ti mismo.
Sara Olavarrieta Bernardino
Doctora en Psicología
Alicia Martín Pérez
Psicóloga Clínica
AMP Psicólogos
www.psicologosaranjuez.com
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