La ansiedad es básicamente un conjunto de
sensaciones (a veces molestas) y de tendencias a la acción que nos permite
darnos cuenta de que ocurren o pueden ocurrir hechos que afectan a nuestra vida
y que requieren que intervengamos de alguna manera.
Así, si corremos el peligro de ser atacados
necesitamos buscar protección para permanecer a salvo, pidiendo ayuda, huyendo
o luchando. La respuesta de ansiedad es la que permite poner en marcha nuestros
recursos para lograrlo. Si no
dispusiéramos de este mecanismo probablemente no podríamos hacer nada.
Además, la ansiedad surge cuando deseamos algo y
vemos que es posible no obtenerlo, o cuando no lo queremos y nos damos cuenta
que corremos el peligro de pasar por ello.
Pero hay muchos tipos y niveles de ansiedad,
algunos de ellos son malsanos y autodestructivos.
La ansiedad sana nos da control de nuestras propias
sensaciones, nos ayuda a tomar decisiones, a protegernos o buscar ayuda cuando
la necesitamos, a esforzarnos cuando la situación lo requiere, implica
precaución y nos preserva de daños potenciales, en definitiva nos ayuda a
vivir.
La malsana, o el pánico, suele tener un efecto
contrario, nos hace perder el control, angustiarnos innecesariamente, ver
peligros terribles donde no los hay, provocando una amplia gama de respuestas
físicas y psíquicas que interfieren en el manejo adecuado de nuestra vida.
La ansiedad sana está basada en temores realistas o
racionales. La malsana en miedos irreales o irracionales, es producto de
pensamientos exagerados y catastrofistas, que anticipan desastres cuando hay
poca probabilidad de que estos ocurran, llevándonos a conductas protectoras
innecesarias que requieren de un gasto energético que acaba agotándonos. Suele
ir acompañada de sensaciones físicas desagradables que incluyen síntomas
respiratorios, reacciones cutáneas, alteración de la presión arterial, tensión
muscular y síntomas digestivos, pudiendo derivar en verdaderos trastornos
físicos y psicológicos.
Afortunadamente, la mayor parte de la ansiedad la
generamos nosotros mismos y se puede “degenerar”. Para ello es importante
actuar a tres niveles: el primero, consiste en afrontar las circunstancias de
nuestra vida sin evitarlas. El segundo, aprender a rebajar nuestro nivel de
activación, bien realizando actividades agradables que nos sirvan de
distracción o practicando técnicas de relajación. Y en tercer lugar, manejando
mejor nuestros pensamientos, no dejándonos llevar por aquellos que son
exagerados y catastrofistas.
En resumen, en la ansiedad tenemos un gran aliado,
sin ella no sobreviviríamos. El problema surge cuando ésta es demasiado
frecuente o intensa, y en lugar de maximizar nuestras potencialidades nos deja
bloqueados, minando nuestra competencia y autoestima. Por eso es importante
aprender a controlar y disminuir los “excesos” de ansiedad que impiden nuestro
bienestar diario. En muchas ocasiones podemos conseguir este manejo nosotros
solos, pero si los problemas persisten se puede encontrar la solución consultando
con un especialista, hoy en día existen muchos recursos psicológicos y
farmacológicos para mantener la ansiedad a raya.
AMP Psicólogos
Alicia Martín Pérez
No hay comentarios:
Publicar un comentario