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martes, 14 de junio de 2022

PREPARARSE PARA LA JUBILACIÓN

 

Llegar a la etapa de jubilación supone para la mayoría una fuente de alegría y satisfacción. Después de, normalmente, muchos años de vida laboral el cese de la misma abre una nueva etapa que se espera con ilusión, como una oportunidad para descansar y no estar sometidos a controles y horarios rígidos. Pero como toda etapa de cambio no está exenta de posibles dificultades de adaptación.

La situación económica y el estado de salud, son dos aspectos que clásicamente se relacionan con una buena experiencia de jubilación, pero hay otros que tal vez pasan desapercibidos y no por ello son menos importantes. Así, se ha visto que las personas que tienen una fuerte vinculación con su profesión, con una gran identificación con la misma, aquellas que no han desarrollado aficiones o hobbies, o las que el eje de sus relaciones sociales se centra fundamentalmente en las relaciones laborales pueden ser susceptibles de padecer episodios de ansiedad, depresión o inseguridad en esta etapa.

La jubilación supone el cese de una forma de vida y la apertura hacia algo nuevo, la oportunidad de experimentar la vida desde otro ángulo que puede resultar muy enriquecedor.

Por supuesto que se pueden señalar muchas variables individuales y quizá la primera recomendación sería que cada uno dedique cierto tiempo a realizar un análisis de sí mismo, de modo que pueda identificar qué características personales le son favorables o cuáles pueden suponer una dificultad: grado y tipo de actividades con las que se sienten cómodos, cuidados que necesitan, que tipo de relaciones sociales prefieren cultivar, como es la situación familiar (vivo solo, en pareja, con más familia…), para poder ajustar los cambios que les ayuden a disfrutar esta etapa.

Me gustaría proponer una serie de recomendaciones, que sin ser exhaustivas, pueden servir de guía:

1.       Abordar la situación en el núcleo de convivencia. El trabajo estructura en gran medida la vida familiar, no solo por el tiempo que se dedica al mismo, sino también porque es motivo de conversaciones, horarios, ocupaciones y por su gran influencia en el estado de ánimo, pudiendo ser tanto una fuente de estrés como de satisfacción. Abordar los cambios que supone, la influencia en el estado anímico y plantear formas adecuadas de afrontamiento supone un primer paso para que la dinámica familiar se adapte adecuadamente a esta nueva situación.

2.       Establecer rutinas. Aunque pueda parecer deseable dejarse llevar por lo que apetezca en cada momento, para la mayoría de nosotros resulta positivo tener ciertos horarios. En esta situación existe la gran ventaja de que no han de ser rígidos, pero en general resulta beneficioso, tener una hora de levantarse y acostarse, de comer, e incluir en el día a día ciertas actividades según las preferencias de cada uno.

3.       Reordenar como se van a llevar a cabo las actividades domésticas. Dependiendo de la situación familiar y de la distribución de roles, el disponer de más tiempo libre supone la posibilidad de abordar las tareas domésticas de forma más relajada realizando un reparto realista de las mismas. Esto puede suponer tener que aprender algunas cosas y conlleva cambios en las rutinas de los demás. Es importante hablarlo y buscar el equilibrio.

4.       Es un buen momento para hacer un repaso al cuidado personal: revisar la alimentación, el nivel de ejercicio físico, los patrones de sueño. No es necesario proponerse grandes metas, sino más bien ir modificando algunos hábitos para hacerlos más saludables.

    5.      Revisar el grado de actividad. Aquellas personas que hayan cultivado aficiones, que participen en acciones sociales o colaborativas, tienen estos puntos a su favor. Pero si no es así es el momento de explorar intereses y buscar alternativas que puedan desarrollarse tanto en casa como fuera. Una recomendación es tratar de llevar a cabo actividades que abarquen aspectos cognitivos o intelectuales: leer, estudiar, participar en charlas; aspectos más conductuales: como hacer ejercicio físico, coser o pintar, viajar; aspectos sociales: realizar actividades con otras personas.

6.       Cuidar el estado emocional. Tomar conciencia del mismo, compartirlo y buscar apoyo en caso necesario.                          

7.   Saber decir “no”. En muchos casos, cuando la persona se jubila, no son pocas las ocupaciones que otros se encargan de proporcionar. Saber valorar la oportunidad de las mismas y sentirse en el derecho de no aceptarlas si no se consideran oportunas.

Sean cuales sean las circunstancias en que llega la jubilación tenemos capacidad de desarrollar recursos para hacer de esta etapa un tiempo para disfrutar y sacarle el mejor partido.

Gracias por leerme.

Alicia Martín Pérez. Psicóloga Clínica

AMP Psicólogos

www.psicologosaranjuez.com

martes, 30 de abril de 2019

MODELOS DE FAMILIA DAÑINOS


MODELOS DE FAMILIA DAÑINOS



La crianza de los hijos supone todo un reto. Tanto es así que ha sido motivo de estudio psico-sociológico desde antiguo. Todos conocemos el dicho “los niños vienen con un pan bajo el brazo”, pero desde luego no traen un manual de instrucciones o al menos uno entendible.
Los padres, con la mejor intención, repiten en muchas ocasiones patrones que resultan poco útiles para conseguir un buen desarrollo de los menores y se encuentran en serias dificultades cuando los hijos manifiestan problemas o auténticas formas de patologías psicológicas.
Una aproximación a este tema nos revela una serie de modelos parentales que resultan disfuncionales en el buen desarrollo de las relaciones familiares y del crecimiento.

MODELO HIPERPORTECTOR
                Los padres asumen que su misión es hacer la vida lo más cómoda y agradable a sus hijos, liberándolos de cualquier complicación. De alguna manera les sustituyen en cuestiones que deberían ser ellos quienes las resuelven. Así, les hacen los deberes, intervienen en las pequeñas disputas que puedan tener con amigos, les insisten en cuidados que los menores conocen, etc..
                Detrás de tanta ayuda, aparentemente buena “dinos que necesitas que te lo daremos” se esconde una descalificación sutil “lo hacemos porque no confiamos en que tú seas capaz”.
                Los niños así educados, suelen volverse muy intolerante a la frustración, exigentes e inseguros y tienen dificultades en desarrollar competencias para las que están capacitados.

MODELO DEMOCRÁTICO-PERMISIVO
                 En este caso domina una ausencia de jerarquías. La característica principal es el diálogo y la igualdad entre los miembros de la familia, se trata de evitar el conflicto y que reine la armonía. Si bien es cierto que negociar con los menores supone una buena estrategia educativa, es importante tener en cuenta que los padres siempre han de ejercer de guía, de soporte estable y tranquilizador. El niño necesita referentes porque no está capacitado para entender, resolver o tomar determinadas decisiones.
                En estas familias crecen pequeños tiranos que aprenden muy pronto a obtener lo quieren con rabietas y explosiones de ira, observándose una incidencia significativa de los trastornos de conducta.

MODELO SACRIFICANTE
Los padres creen que tienen la obligación de sacrificarse, a toda costa, para promover el bienestar de los hijos, evitando cualquier exigencia con la esperanza de que algún día se les recompensará.
Los niños desarrollan una casi total falta de respeto y serias dificultades para superar cualquier contratiempo que puedan encontrarse. Crean una especie de mundo irreal en el que creen que todo está a su alcance sin hacer nada para lograrlo.
Suelen ser frecuentes los problemas de relación con el mundo exterior, la ansiedad y la violencia. También pueden desarrollar un patrón igualmente sacrificante para lograr la atención de los otros y cuando no la consiguen generar gran frustración.


MODELO INTERMITENTE
                Este modelo se caracteriza por el cambio continuo en las posturas que adoptan los padres, se alternan de forma imprevisible la rigidez y la flexibilidad, la valoración positiva y la descalificación, suponiendo una ausencia de puntos de referencia y de base segura para los menores.
                Existe una incapacidad para tomar decisiones, resolver conflictos y mantener pautas que regulen la dinámica familiar.
                Los hijos crecen inestables e incapaces de mantener roles y responsabilidades.

MODELO DELEGANTE
                Los padres delegan en otras personas el cuidado de los hijos, favoreciendo que sean quienes establezcan las reglas que guíen el comportamiento de los niños. Suele generarse una especie de competición en la que los niños se acogen a aquellas pautas que más les favorecen, manipulando las relaciones en beneficio propio, ya que los padres dejan de ser puntos de referencia.
                En este caso suelen ser frecuentes problemas de dependencia emocional y conductas de riesgo.

MODELO AUTORITARIO
                La vida familiar se ve marcada por el sentido de la disciplina y el deber, que son dictados por uno o por ambos progenitores, creando un tenso ambiente familiar. Son frecuentes los castigos y las descalificaciones.
                En este caso podemos encontrarnos con menores que se rebelan y son claramente conflictivos o que se someten y se sienten tremendamente frustrados e inseguros.
                Para ayudar a resolver los problemas que presentan estas familias resulta imprescindible identificar tres aspectos: el modo de comunicación entre los distintos miembros, el tipo de relaciones que se han establecido y los patrones comportamentales que predominan en la dinámica familiar.
Alicia Martín Pérez
Psicóloga Especialista en Psicología Clínica
AMP Psicólogos
www.psicologosaranjuez.com