viernes, 4 de octubre de 2013

CÓMO AFECTA LA LLEGADA DEL PRIMER BEBÉ A LA RELACIÓN DE PAREJA


En la vida pasamos por distintas transiciones y una de ellas es el nacimiento de los hijos. La llegada de un hijo es un acontecimiento que supone mucho estrés y tensión, pudiendo aparecer conflictos y problemas en la pareja, pero también puede otorgarle un nuevo significado a la vida y fortalecer la unión conyugal, contribuyendo a la cohesión familiar.

Con la llegada del primer bebé se produce un impacto muy fuerte que afecta a todos los ámbitos de la vida. En primer lugar, los roles y las funciones asociadas a ser padres o madres se adquieren de forma abrupta (al llegar del hospital tras el nacimiento) y las parejas no suelen estar preparadas.
Hay que construir una dinámica nueva, reacomodar toda la estructura familiar y asumir al mismo tiempo dos papeles: la pareja conyugal y la pareja parental. Esto implica realizar cambios relativos al aumento de tareas, al cuidado del bebé, al aumento de los gastos económicos o al impacto en la vida profesional.

Además, la privación de sueño y el cansancio afectan mucho al estado de ánimo generando más irritabilidad, menos energía, ansiedad en algunos casos y falta de concentración, que hace que lo que antes nos parecía fácil, ahora sea sumamente costoso .

Se experimenta una ambivalencia de sentimientos: por una parte alegría e ilusión pero por otra sensación de estar abrumado, agobiado y desconcertado, miedo a si se hará bien o no, a si se actuará como buenos padres…

También se producen en la mujer una serie de cambios físicos, hormonales y anímicos, a veces difíciles de entender. Los dolores del post-parto pueden agudizar el malestar y la sensación de pérdida de identidad. Las relaciones íntimas se ven afectadas en éste primer momento.

Uno de los factores de desunión más frecuentes es la pérdida de intimidad. Puede ocurrir que la relación tan cercana madre-hijo durante los primeros meses (que empieza ya en el embarazo) genere una exclusión paterna en la conformación de la nueva familia. Es necesario que el padre se sienta incluido y ampliar esa relación tan exclusiva de dos.
También intervienen en este juego todos los familiares y amigos cuya presencia constante puede aumentar la sensación de falta de control sobre la propia vida y el propio hogar y la pérdida de intimidad para la pareja.

Algunas Estrategias para “sobrevivir” a la llegada del bebé:

·      Acudir juntos a las clases preparto, para obtener información e incorporar toda la vivencia como algo compartido por los dos desde el principio.

·      Aceptar el cambio: nada volverá a ser como antes. En este sentido, tener un conocimiento realista de las consecuencias de la llegada de un hijo, tanto positivas como negativas, y desarrollar una perspectiva “menos” romántica puede ayudar a los nuevos papás a afrontar más fácilmente los problemas y tensiones de esta etapa.

·      Entender que las primeras semanas son las más difíciles pero que es una situación transitoria. Tras la fase inicial, el bebé irá incorporando rutinas y respetando ciertos horarios con lo que la pareja va recuperando cierta normalidad y encontrando espacios para hacer cosas juntos.

·      Darse un tiempo para adaptarse. A ser padres se aprende. Pensar en la pareja como en un equipo. Los dos trabajan por el mismo objetivo, el bienestar del bebé.

·      Utilizar recursos de la propia pareja y recursos extrafamiliares (familia extensa, amigos…). Pedir ayuda pero poniendo limites y pidiendo respeto por la decisiones tomadas.

·      No pretender ser perfectos: ser flexibles, eliminar exigencias, establecer prioridades y centrarse en lo que realmente importa: no hacer la cama, aunque sea molesto, puede no ser tan importante. Esto aumenta la sensación de control y la relajación a la hora de enfrentarse a estos retos.

·      Organizar el tiempo y los horarios en la medida de lo posible.
Puede ser conveniente cambiar algunos hábitos y, por ejemplo, dormir cuando el bebé duerme.

·      Asignar a cada uno responsabilidades respecto al bebé y a la casa (hacer una lista). Es bueno turnarse en las más tediosas (biberón de madrugada). Si ambos colaboran ninguno estará resentido por tener que hacerlo todo.

·      No dejar a la pareja en segundo plano. Recordar que además de padres son una pareja. Brindarse apoyo, comprensión y afecto. Dedicar un momento al día para la pareja.

·      Alentar el dialogo y la comunicación: hablar de lo que cada uno siente, piensa y espera, de la organización doméstica, la economía, el trabajo…ayudara a desarrollar una relación más cercana con la pareja.

·      Darse cuenta de que pueden tener distintas perspectivas sobre cómo ser padres y hablarlo abiertamente. A menudo, ponernos en el lugar del otro ayuda a resolver los problemas.

·      Dejar espacios propios, por ejemplo el dormitorio, libres de las cosas del bebé, constituyéndolo así como un espacio para la intimidad.

·      Cuidarse uno mismo, dedicando un tiempo a las actividades personales y buscar momentos de relajación.

·      Darse cuenta de lo que si funciona en la relación y hacerse halagos. Los padres primerizos necesitan oír que están haciendo bien las cosas.

·      Tomarse las cosas con sentido del humor.

Las recomendaciones que proponemos pueden ayudar a que esta etapa de la vida familiar suponga una fuente de aprendizaje y crecimiento personal.


Paloma Suárez Valero.
Alicia Martín Pérez.
AMP Psicólogos.

miércoles, 11 de septiembre de 2013

FOMENTANDO LA AUTONOMÍA DE NUESTROS HIJOS


El desarrollo de la autonomía personal es, desde el punto de vista psicológico, un objetivo prioritario en la educación de los hijos. Un niño autónomo es capaz de realizar por sí mismo tareas y actividades adecuadas a su edad y propias de su entorno socio cultural, lo cual favorece una buena autoestima y confianza en sí mismo.
Por el contrario, un niño poco autónomo es un niño dependiente, que requiere ayuda continua, mostrando poca iniciativa, incrementándose la probabilidad de presentar problemas de aprendizaje y de relación con los demás.
Con frecuencia, la tarea de ayudar a los niños a desarrollar hábitos de autonomía no es sencilla. En ocasiones  los padres se anticipan a las acciones de sus hijos, y no les dejan realizar tareas que podrían hacer solos. Esos padres actúan así para evitar que se hagan daño, se frustren si no consiguen sus objetivos, para conseguir resultados más rápidos haciéndolo ellos mismos, o porque una exigencia excesiva les lleva a no confiar en la capacidad de sus hijos para realizar las tareas de forma adecuada.
Para fomentar la autonomía de modo adecuado, es necesario tener en cuenta que cada niño desarrolla sus capacidades de una forma distinta, por tanto, se debe conocer cuáles son las características reales de cada niño, ayudándole en su justa medida. Asimismo, se debe dar la oportunidad de experimentar y  equivocarse.
Algunas recomendaciones que contribuirán a fomentar la autonomía:
·       Tanto en la casa como en el colegio asignarles responsabilidades: recoger su habitación, vestirse y comer solos, llevar el plato a la cocina, preparar su mochila, etc.
·       Si el niño se equivoca, hablar con él sobre lo que ha pasado, qué consecuencias debe enfrentar y qué se puede hacer la próxima vez.
·       Establecer reglas y límites claros y con consecuencias razonables en el hogar.
·       Enseñarles a esperar su turno.
·       Estimularlos con comentarios positivos sobre sus logros.
·       Invitarlos a participar en los planes para eventos familiares.
·       Invitar a sus amigos a casa y dejar que vayan a otras casas de visita.
·       Permitir que se equivoquen.
·       Permitirles organizar su propio tiempo libre.
·       Establecer horarios y rutinas claras.

FIRMA: A.M.P. PSICOLOGÍA
Magdalena Sáenz Valls
Alicia Martín Pérez

lunes, 2 de septiembre de 2013

CONTROL DE LA IRA



       Son muchas las personas que acuden a psicoterapia debido a la perturbación que la ira provoca en sus relaciones personales y en su bienestar emocional.
La ira no es siempre algo malo. Por el contrario, sentir ira nos permite darnos cuenta de que algo no está bien, defender nuestros derechos o cambiar cosas que no nos gustan.
Pero la ira se convierte en algo negativo cuando lleva a las personas a reaccionar de forma desproporcionada a los acontecimientos que viven, haciendo o diciendo cosas por las que luego se sienten culpables o avergonzadas.

En ocasiones llegan a justificar sus acciones como una forma de defender sus derechos, pero las consecuencias que suele acarrear su conducta son tan negativas que les lleva a proponerse buscar soluciones alternativas. No obstante, es frecuente encontrar que a pesar de los firmes propósitos de autocontrol las respuestas desadaptativas se mantienen.
La ira se parece un poco a conducir un coche: lo más importante es mantener el control. A veces las condiciones de la circulación, de la calzada o el clima hacen que esto sea más difícil pero los buenos conductores saben que nunca deben perder el control del coche porque puede ser peligroso y producirse un accidente.
Existen numerosas situaciones en las que las personas pueden verse desbordados por la ira y perder el control. Normalmente tienen que ver con circunstancias de estrés mantenido, como procesos de divorcio complicados, dificultades laborales o económicos, problemas en las relaciones familiares, etc. En otras ocasiones la respuesta de ira puede desencadenarse por una situación inesperada en que la persona ve amenazada su integridad física o emocional. En general, se puede decir que la ira aparece cuando la persona encuentra un obstáculo en la consecución de sus metas y no encuentra mejor modo de hacerle frente.
Gran parte de la respuesta emocional se ve mediada por varias circunstancias:
  • La persona está sobrecargada con otros problemas y acaba estallando por algún inconveniente que nada tiene que ver o es irrelevante.
  • Situaciones que suponen un estrés mantenido, que no se han sabido resolver adecuadamente en un momento anterior y en que la persona espera y espera  a que se resuelva solo, que el otro de el primer paso… Llega un punto en que ya no puede más y el enfado se manifiesta de la forma más explosiva.
  • En la mayoría de los casos, la persona ha aprendido a través de su historia a manifestar la ira como un medio de desahogo emocional (de hecho existe la creencia extendida de que el enfado es mejor manifestarlo, aunque sea de forma inadecuada, antes que reprimirlo) o como una forma de resolver sus problemas.
  • No cabe duda que en ocasiones se obtiene alguna ganancia con este comportamiento, pero normalmente son más altos los costes que los beneficios.

Algunas de las consecuencias negativas más importantes de esta forma de manejo son las siguientes:

  • El desbordamiento de ira genera altos grados de malestar en uno mismo.
  • Cuantos más ataques de ira tenemos aumentamos la probabilidad de que estos se repitan, ya que vamos reforzando ese patrón. La propia ira se retroalimenta y tiende a aumentar.
  • Existe además una relación con problemas de salud de distinta índole: problemas cardíacos, estomacales, neurológicos…
  • En la mayoría de los casos la persona se da cuenta de que “se pasa” y de que en realidad no es necesario enfadarse, o al menos de forma tan desproporcionada, para gestionar bien su vida. Más bien ocurre al contrario, cuanto más se enfada peor resuelve los problemas.
  • El alto grado de enfado impide pensar con claridad y valorar qué es realmente lo que se quiere.
  • Las relaciones con los demás se vuelven tensas y complicadas. Los demás pueden acabar accediendo no porque lo deseen sino por temor o pueden llegar incluso a alejarse.

Es importante identificar cuál es el análisis que el individuo hace de la situación, qué pensamientos activan la ira, cuáles son las señales internas que aparecen y qué conductas se llevan a cabo para rebajar el alto grado de malestar que puede llegar a sentir.
Pararse unos segundos y respirar profundamente ayuda a parar la cadena de pensamientos activadores de ira.
Preguntarse si merece la pena tan alto grado de enfado y si verdaderamente responder airadamente ayudará a resolver el problema o quizá lo empeore.
Asimismo, tomar conciencia de las consecuencias negativas de sus respuestas y buscar formas alternativas son las claves para la superación de este problema.

Alicia Martín Pérez
Paloma Suárez Valero
A.M.P. Psicólogos

martes, 21 de mayo de 2013

ASERTIVIDAD Y HABILIDADES DE COMUNICACIÓN


            Entendemos la asertividad como la capacidad para manifestar lo que se piensa, se siente o se quiere sin ofender a los demás, buscando el respeto de los propios derechos y el de los otros.

            La persona asertiva es capaz de manifestar afectos tanto positivos como negativos de manera tranquila, manteniendo las relaciones personales en buenos términos. Sabe pedir ayuda, prestarla y también negarse cuando lo considera oportuno, negociar y ser flexible para poder conseguir lo que quiere, hacer y recibir cumplidos, hacer y recibir críticas de manera adecuada.

            Como contraposición a las conductas asertivas encontramos las conductas pasivas y las agresivas. Las personas con una actitud pasiva tienden a dar más validez a los deseos y necesidades de los demás que a los propios, no saben defender sus derechos, ni son capaces de manifestar lo que no les gusta o molesta por temor a ofender al otro. Las agresivas ponen sus deseos por encima de los derechos de los otros, no respetan a los demás, no son flexibles y tratan imponer su voluntad.

            En el primer caso, pueden ser apreciados por los que le rodean pero no son capaces de defender sus derechos y conseguir sus metas, pueden sentirse tristes, apáticos y minusvalorados.

En el segundo, probablemente consigan sus objetivos pero es altamente probable que no establezcan relaciones positivas y cercanas, a menos que los demás se dobleguen a sus deseos.

Todos nosotros somos asertivos en algunos aspectos de nuestra vida, y tenemos dificultades en serlo en otros. La asertividad no es una característica personal innata sino que es aprendida, producto de nuestra historia de vida. Podemos aprender a ser más asertivos en aquellas áreas en que tengamos dificultades.

Para mejorar nuestra asertividad podemos proponernos los siguientes pasos.

1.      Identificar cuáles son las situaciones en que nos cuesta más ser asertivos.

2.      Con qué personas nos resulta más difícil.

3.      Cuáles son los pensamientos que acuden a nuestra mente cuando queremos manifestar nuestras opiniones, preferencias, quejas o alabanzas. Muchos de estos pensamientos tienen que ver con una valoración negativa de nosotros mismos (“no voy a ser capaz”), con las posibles reacciones de los demás (“pensarán que soy…”, “se enfadarán conmigo”) o prevén consecuencias negativas exageradas.

4.      Darnos cuenta en que medida esos pensamientos impiden que cumplamos con lo que queremos.

5.      Valorar en que medida los pensamientos responden verdaderamente a la realidad.

6.      Reconocer que todos tenemos derecho a expresar nuestras opiniones y sentimientos, de manera adecuada manteniendo el respeto hacia los otros.

7.      Proponernos “tareas” en que las que practique ser asertivo, en lugar de dejar pasar oportunidades. Identificando en primer lugar aquellas que sean más fáciles para ir avanzando poco a poco.

En realidad, es más fácil de lo que parece, a medida que vayamos practicando nos resultará mucho más sencillo. Además nos daremos cuenta que la mayoría de nuestros temores son infundados, lo que hará que nos sintamos más seguros y satisfechos.

 

Alicia Martín Pérez
AMP Psicólogos Aranjuez

martes, 14 de mayo de 2013

PREPARÁNDONOS PARA RECIBIR UN HERMANITO



Los celos constituyen una emoción natural, propia del desarrollo normal del niño. Resultan de la necesidad de exclusividad y de atención por parte de los padres. No se pueden evitar, pero sí se pueden atenuar y aprender a manejar, para que no se cronifiquen y generen problemas más importantes.

 Los celos infantiles pueden manifestarse de las siguientes formas:
1.     Presencia de comportamientos más infantiles: recuperar el chupete o el biberón, volver a hablar como un bebé, exigir que le den la comida o le lleven en la silla.
2.     Aumento de rabietas y comportamientos agresivos: mordiscos, empujones, peleas…
3.     Llamadas de atención: desobedeciendo, molestando o fastidiando al hermano.
4.     Pérdida de apetito, dificultades para dormir, pudiendo aumentar las pesadillas y el miedo.
5.     Mayor sensibilidad, llanto fácil, pérdida de interés por el ocio, disminución del rendimiento escolar...
El nacimiento de un hermano supone un cambio importante en la vida del niño y como padres, podemos facilitar la adaptación a esta  nueva situación siguiendo unas pautas:
·       Dar información previamente, anticipar de forma realista las consecuencias que puede traer dicho cambio, transmitiendo seguridad y protección.
·       Cambiar en lo mínimo sus hábitos y procurar dedicarle la misma atención de siempre, jugando, mostrándole cariño y acompañándole en sus rutinas.
·       Hacerle partícipe del nacimiento, colaborando en la preparación de la habitación, en la elección del nombre, en el cambio de pañales, en el baño o paseo del bebé.
·       Fomentar la relación y comunicación entre los hermanos ya desde el final del embarazo, que pueda hablarle, tocar la tripita de mamá, cantarle y contarle sus cosas.
·       Ignorar en lo posible sus reacciones negativas y reforzar todo acercamiento y comportamiento positivo.
·       Transmitirle el privilegio de ser hermano/a mayor, dejarle unos minutos más antes de irse a la cama, acompañar a los mayores a realizar gestiones, comer con ellos…
·       Respetar los intereses del mayor, no compararles y valorar positivamente las diferencias entre ellos.
·       Fomentar el juego conjunto, actividades de equipo y en familia.
·       Ayudar a buscar soluciones alternativas a la agresión o el enfrentamiento.
·       Moderar las exigencias hacia el mayor.
·       Evitar pedirle que sea siempre condescendiente y comprensivo con su hermano menor.
·       Escuchar y aceptar sus sentimientos negativos.

Podemos concluir señalando que los celos son normales si suceden de forma temporal y no alteran significativamente el funcionamiento familiar: los celos irán desapareciendo si el niño comprende que ostenta un lugar único en el afecto de sus padres. Si con el tiempo no se produce una mejora en estas conductas, se recomienda la consulta con un especialista en psicología infantil.
 
Magdalena Sáenz Valls
Alicia Martín Pérez

martes, 7 de mayo de 2013

APEGO SEGURO, NIÑO SEGURO.


 
El apego es el lazo emocional que desarrolla el niño con sus padres (o cuidadores), que le proporciona la seguridad física y emocional indispensable para su bienestar y desarrollo.
Se manifiesta a través de una serie de conductas con la figura de apego:
 
·      Esforzarse por mantener la proximidad.
·      Resistirse a separarse mostrando ansiedad.
·      Mantener un contacto sensorial privilegiado.
·      Necesitarla como base de seguridad desde la que explorar el mundo físico y social.
·      Refugiarse en ella  en momentos de tristeza, temor o malestar, buscando  apoyo y bienestar emocional.

El tipo de  atención que se preste al niño desde el nivel prenatal influye de manera decisiva en el desarrollo de su personalidad. Cada etapa del desarrollo humano tiene funciones propias que provocan un equilibrio o desequilibrio en la persona según sea o no resuelta satisfactoriamente. Para que el niño se enfrente de manera saludable y positiva a cada una de esas etapas, es fundamental que adquiera confianza acerca de sus posibilidades de acción en el entorno.

Los bebés que han desarrollado un estilo de apego seguro, exploran el entorno de forma activa mientras están con la figura de apego. Pueden intranquilizarse visiblemente cuando los separan de ella, mostrándose afectivos y alegres cuando regresa y, si están muy inquietos, tratando de entrar en contacto físico con ella.

Estos niños se apoyan en sus padres (o cuidadores) como una base de seguridad cuando están angustiados, confían en que ellos son sensibles a sus necesidades, y están seguros de que estarán disponibles, les responderán y les ayudarán en la adversidad.

Ya en la edad adulta, las personas que han establecido un vínculo de apego seguro tienden a ser más cálidas, estables y con relaciones íntimas satisfactorias. Suelen ser positivas, integradas y con una visión coherente de sí mismas. De igual forma, recuerdan con más facilidad sus experiencias positivas, lo que las lleva a tener expectativas de éxito acerca de sus relaciones con los demás.

Por tanto, resulta de gran relevancia fomentar un apego seguro en los niños, prestando atención a sus necesidades con tranquilidad, estableciendo normas, mostrando afecto y favoreciendo canales de comunicación adecuados.

 
            Magdalena Saenz Valls
            Alicia Martín Pérez
 
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