Los seres humanos compartimos el mismo
conjunto de sentimientos básicos como parte de nuestra herencia común, pero
existen notables diferencias interpersonales en el modo de experimentar, valorar
y expresar las emociones.
La experiencia emocional surge del
contacto, de la conexión, entre el mundo exterior y nuestro propio mundo
interno, manifestándose en nuestro cuerpo y en nuestra mente. Es verdaderamente
nuestra principal fuente de aprendizaje y nos sirve de guía para el recorrido
que hagamos en nuestra vida.
Podríamos diferenciar aquellas emociones
adaptativas, sanas, que nos ayudan a construir una experiencia vital plena, a
contactar con la felicidad, de aquellas que dañan a los demás o a nosotros
mismos, a las que llamaríamos emociones destructivas.
Ahora bien, ¿podemos liberarnos de estas
emociones dañinas?, ¿cómo?.
Para empezar, hemos de considerar que
nuestro cerebro es muy dúctil, lo que permite modificar patrones adquiridos. Gracias
a ello el adiestramiento adecuado puede contribuir a aumentar nuestra cuota de
felicidad regulando de forma más adecuada nuestra respuesta emocional.
Por otro lado, es importante darnos
cuenta, tomar conciencia, de que todas las emociones son transitorias. Ninguna
emoción se instala en nosotros de forma permanente, por muy intensa que sea,
por mucho que nos perturbe no permanece todo el tiempo con la misma intensidad
llegando a desaparecer, aunque sea solo por momentos.
Siendo así, podemos plantear dos puntos
clave: reconocer la posibilidad de liberarnos de estas emociones perniciosas y
plantearnos que tenemos distintas alternativas de respuesta.
Algunas recomendaciones para abordar el
cambio son las siguientes:
·
Desarrollar
la habilidad introspectiva. Aprender a identificar la emoción, darnos cuenta de
la valoración que hacemos de ella (¿es buena, es mala?), qué eventos la
desencadenan, qué pensamientos la alimentan.
·
Podemos
contemplar la experiencia una vez que ha ocurrido, dándonos cuenta de las
consecuencias, del sufrimiento que genera en nosotros y/o en los demás y como
nos aleja de la felicidad.
·
Otra
forma de abordaje es intervenir en el justo momento en que se presentan, para
ello podemos contemplar cómo es nuestra emoción e identificar que pensamientos
o hábitos propios la alimentan. Buscar formas alternativas de reinterpretar
todo el evento, de modo que disminuya la credibilidad de los pensamientos
activadores.
·
También
podemos potenciar en el día a día estrategias que nos ayuden a incrementar la
serenidad, ecuanimidad, paz, compasión, buscando un mayor equilibrio interno.
·
Por
último, podemos cultivar la intención de moderar nuestras respuestas
emocionales
Por supuesto, que esto requiere
práctica, nuestros hábitos más arraigados son los que más fácilmente se repiten
y más fuerza tienen, pero si somos constantes y pacientes podemos conseguir
grandes cambios.
Si nos encontramos con serias
dificultades en el manejo de las emociones destructivas, una adecuada
intervención psicológica y/o la meditación, adecuadamente guiada, puede sernos
de gran ayuda.
Alicia Martín Pérez. Psicóloga Clínica.
AMP Psicólogos Aranjuez
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